miércoles, 12 de mayo de 2010

Como alejar la tristeza

LOS CICLOS DE LA VIDA

Los ciclos de la vida nos hacen pasar por momentos buenos y malos. Por lo mismo, hay períodos en que parece que todo se viene abajo. Las cosas empiezan a salir mal y se pierde la motivación para seguir adelante. En esos instantes de oscuridad, ni las palabras de los sabios, ni los consejos de los amigos parecen surtir efecto. Es un proceso para vivir, dejando que pase por encima de uno y rogar a Dios que este no termine por aplastarnos y destruirnos.

Pensar que es un túnel del que se va a salir, hace que el túnel sea más largo, sentir que es una noche que llegará a su fin, la convierte en una noche de desvelos. Pensar que otros lo pasan peor, sólo aumenta la sensibilidad al dolor.
¿Qué hacer entonces cuando llegan esos tristes momentos?

Al parecer no hay receta, pero una alternativa es la evasión, lo que muchas veces sólo hace caer en un pozo más profundo. Otra alternativa es la introspección, para lo cual no siempre estamos preparados. Sin embargo, estos momentos son de gran fuerza para aprender las lecciones de la vida. Es aquí donde se producen las transformaciones. Nadie puede salir sin heridas, ni nada será igual después, pero de aquí sale la fuerza para seguir adelante. Quizás sea esa la clave para superar esas etapas difíciles, saber que como todo cambia, no se podrá volver nunca a la situación original y quizás no salgamos nunca del túnel. Entonces hay que ensanchar ese túnel, hasta que sus paredes se confundan nuevamente con el infinito, a modo de resurrección.

Autor Desconocido

CUANDO TE SIENTAS MAL

Cuando te sientas mal no abandones la esperanza. La esperanza te da la fuerza para seguir adelante cuando sientas que ya nada te importa. Nunca dejes de creer en Dios, mientras creas que puedes lograrlo, tendrás un motivo para intentarlo.

No dejes que nadie retenga tu felicidad en sus manos; sujétala en las tuyas para que siempre esté cerca de ti.
No esperes que lo que deseas venga a ti. Búscalo con toda tu alma, sabiendo que la vida te encontrará a la mitad del camino.
No sientas que has perdido cuando tus planes y sueños no alcanzan a cumplir tus anhelos. Cada vez que aprendes algo nuevo sobre ti o sobre la vida, has avanzado.
No hagas nada que disminuya tu propio respeto. El estar satisfecho con uno mismo es esencial para estar satisfecho con la vida.
Nunca te olvides de reír ni dejes que el orgullo te impida llorar. Cuando reímos y lloramos es cuando vivimos a plenitud.

Deja que Dios te muestre nuevas maneras de encarar tus problemas.
Deja que Dios modere tus convicciones y te muestre todo lo que está oculto detrás de cada escena: la profunda paz del cambio, la majestad de lo que significa tener y ser un amigo, la alegría que se descubre al comprender que nunca es tarde para volver a empezar.
Deja que Dios te ayude a alcanzar todo lo que deseas, para ser todo lo que eres.

Deja que los días desplieguen ante ti nuevas posibilidades que hasta entonces desconocías, nuevos sueños que nunca soñaste, y que te regale las semillas de nuevas ideas que nunca antes sembraste. Y si alguna vez sobreviene la dificultad, elévate por encima de ella. Recuerda, que tener al Señor en tu vida significa sentir paz y consuelo en tu corazón al descender por los altibajos del camino de la vida. Significa que puedes ofrecer tus plegarias a un Padre amoroso y compasivo, que siempre puede escucharte y nunca deja de comprender los dolores y los temores que se esconden en los rincones de tu alma. Tener al Señor en tu vida significa tener la seguridad de que no hay dificultad que pueda sucederte que entre tú y Él, no puedan enfrentar y al final conquistar. Significa que puedes estar plenamente convencido de que Él te dará la fuerza de soportar cualquier cosa que te suceda, y que de esas experiencias amargas saldrás reforzado.

A pesar de las lágrimas, del dolor y de los malos tiempos que conociste y que sin duda volverán de vez en cuando, tú sabes que Él está presente en todo y que las cosas acabarán siempre por arreglarse, porque con Dios todo es posible.

Autor Desconocido

Enviado por: Mary Freiman

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