viernes, 31 de agosto de 2007

Inteligencia Emocional Y Confucio

Educar los sentimientos

He sabido que cada año, sólo en Francia, se fugan de sus
casas cien mil adolescentes, y cincuenta mil intentan
suicidarse. Los estragos de las drogas —blandas, duras,
naturales o de diseño— son conocidos y lamentados por
todos. Parece como si las conductas adictivas fueran
casi el único refugio a la desolación de muchos jóvenes.
La gente mueve la cabeza horrorizada y piensa que casi
nada se puede hacer, que son los signos de los tiempos,
un destino inexorable y ciego.

Sin embargo, se pueden hacer muchas cosas. Y una de
ellas, muy importante, es educar mejor los sentimientos.
El sentimiento no tiene por qué ser un sentimentalismo
vaporoso, blandengue y azucarado. El sentimiento es una
poderosa realidad humana, que es preciso educar, pues no
en vano los sentimientos son los que con más fuerza
habitualmente nos impulsan a actuar.

Los sentimientos nos acompañan siempre, atemperándonos o
destemplándonos. Aparecen siempre en el origen de
nuestro actuar, en forma de deseos, ilusiones,
esperanzas o temores. Nos acompañan luego durante
nuestros actos, produciendo placer, disgusto, diversión
o aburrimiento. Y surgen también cuando los hemos
concluido, haciendo que nos invadan sentimientos de
tristeza, satisfacción, ánimo, remordimiento o angustia.


Sin embargo, este asunto, de vital importancia en
educación, en muchos casos abandonado a su suerte. La
confusa impresión de que los sentimientos son una
realidad innata, inexorable, oscura, misteriosa,
irracional y ajena a nuestro control, ha provocado un
considerable desinterés por su educación. Pero la
realidad es que los sentimientos son influenciables,
moldeables, y si la familia y la escuela no empeñan en
ello, será el entorno social quien se encargue de
hacerlo.

Todos contamos con la posibilidad de conducir en
bastante grado los sentimientos propios o los ajenos.
Con ello cuenta quien trata de enamorar a una persona, o
de convencerle de algo, o de venderle cualquier cosa.
Desde muy pequeños, aprendimos a controlar nuestras
emociones y a también un poco las de los demás. El
marketing, la publicidad, la retórica, siempre han
buscado cambiar los sentimientos del oyente. Todo esto
lo sabemos, y aún así seguimos pensando muchas veces que
los sentimientos difícilmente pueden educarse. Y decimos
que las personas son tímidas o desvergonzadas, generosas
o envidiosas, depresivas o exaltadas, cariñosas o frías,
optimistas o pesimistas, como si fuera algo que responde
casi sólo a una inexorable naturaleza.

Es cierto que las disposiciones sentimentales tienen una
componente innata, cuyo alcance resulta difícil de
precisar. Pero sabemos también la importancia de la
primera educación infantil, del fuerte influjo de la
familia, de la escuela, de la cultura en que se vive.
Las disposiciones sentimentales pueden modelarse
bastante. Hay malos y buenos sentimientos, y los
sentimientos favorecen unas acciones y entorpecen otras,
y por tanto favorecen o entorpecen una vida digna,
iluminada por una guía moral, coherente con un proyecto
personal que nos engrandece. La envidia, el egoísmo, la
agresividad, la crueldad, la desidia, son ciertamente
carencias de virtud, pero también son carencias de una
adecuada educación de los correspondientes sentimientos,
y son carencias que quebrantan notablemente las
posibilidades de una vida feliz.

Educar los sentimientos es algo importante, seguramente
más que enseñar matemáticas o inglés. ¿Quién se ocupa de
hacerlo? Es triste ver tantas vidas arruinadas por la
carcoma silenciosa e implacable de la mezquindad
afectiva. La pregunta es ¿a qué modelo sentimental
debemos aspirar? ¿cómo encontrarlo, comprenderlo, y
después educar y educarse en él? Es un asunto
importante, cercano, estimulante y complejo.



Conocimiento propio

Tales de Mileto, aquel pensador de la antigua Grecia que
es considerado como el primer filósofo conocido de todos
los tiempos, escribió hace 2.600 años que la cosa más
difícil del mundo es conocernos a nosotros mismos, y la
más fácil hablar mal de los demás.

Y en el templo de Delfos podía leerse aquella famosa
inscripción socrática —gnosei seauton: conócete a ti
mismo—, que recuerda una idea parecida.

Conocerse bien a uno mismo representa un primer e
importante paso para lograr ser artífice de la propia
vida, y quizá por eso se ha planteado como un gran reto
para el hombre a lo largo de los siglos.

Conviene preguntarse con cierta frecuencia (y buscando
la objetividad): ¿cómo es mi carácter? Porque es
sorprendente lo beneficiados que resultamos en los
juicios que hacen nuestros propios ojos. Casi siempre
somos absueltos en el tribunal de nuestro propio
corazón, aplicando la ley de nuestros puntos de vista,
dejando la exigencia para los demás. Incluso en los
errores más evidentes encontramos fácilmente multitud de
atenuantes, de eximentes, de disculpas, de
justificaciones.

Si somos así, y parecemos ciegos para nuestros propios
defectos, ¿cómo se puede mejorar? Mejoraremos procurando
conocernos. Mejoraremos escuchando de buen grado la
crítica constructiva que nos vayan haciendo con
cualquier ocasión. Pero a eso se aprende sólo cuando uno
es capaz de decirse a sí mismo las cosas, cuando es
capaz de cantarle las verdades a uno mismo. Procura
conocer cuáles son tus defectos dominantes. Procura
sujetar esa pasión desordenada que sobresale de entre
las demás, pues así es más fácil después vencer las
restantes.

Para uno, su vicio capital será la búsqueda permanente
de la comodidad, porque huye del trabajo con verdadero
terror; para otro, quizá su mal genio o su amor propio
exagerado, o su testarudez; para un tercero, a lo mejor
su principal problema es la superficialidad o la
frivolidad de sus planteamientos. Piénsalo. Cada uno de
tus defectos es un foco de deterioro de tu carácter. Si
no los vences a tiempo, si no les pones coto, te puede
salir mal la partida de la vida.

Quizá lo que hace más delicada la formación del carácter
es precisamente el hecho de que se trata de una tarea
que requiere años, decenas de años. Ésa es su principal
dificultad.

Toth comparaba este trabajo a la formación de un cristal
a partir de una disolución saturada que se va desecando.
Las moléculas van ordenándose lentamente conforme a unas
misteriosas leyes, en un proceso que puede durar horas,
meses, o muchos años. Los cristales se van haciendo cada
vez mayores y constituyendo formas geométricas
perfectas, según su naturaleza..., siempre que, claro
está, ningún agente externo estorbe la marcha de ese
lento y delicado proceso de cristalización. Porque un
estorbo puede hacer que acabe, en vez de en un magnífico
cristal, en una simple agregación de pequeños cristales
contrahechos.

Puede ser ése el principal error de muchos jóvenes, o
quizá de sus padres. Pensar que aquellos reiterados
estorbos en el camino de la delicada cristalización de
su espíritu eran algo sin importancia. Y cuando
advirtieron que habían cuajado en un carácter torcido y
contrahecho, poco remedio quedaba ya.

¿Hay entonces en el carácter cosas que no tienen
remedio? Siempre estamos a tiempo de reconducir
cualquier situación. Ninguna, por terrible que fuera,
determina un callejón sin salida. Pero no debe ignorarse
que hay tropiezos que dejan huella, que suponen todo un
trecho equivocado cuesta abajo que hay que desandar
penosamente.

Piensa en esas malas costumbres, en esa terquedad que
cuando eras niño resultaba graciosa y ahora se ha vuelto
más espinosa y más dura. Piensa en cómo dominas tu
genio, en cómo soportas la contrariedad. Piensa si no
eres un cardo. Porque cardos surgen en todas las almas y
es cuestión de saber eliminarlos cuando aún están
tiernos. Esa solicitud y esa lucha continua es la
educación.

Procura ver las cosas buenas de los demás, que siempre
hay. Y cuando veas defectos, o algo que te parece a ti
que son defectos, piensa si no los hay —esos mismos—
también en tu vida. Porque a veces vemos:


a un quejica que se queja de que los demás se quejan;

a un charlatán agotador que protesta porque otro habla
demasiado;

a uno que es muy individualista en el fútbol y luego se
queja de que no le pasan el balón;

que recrimina agriamente los errores a sus compañeros y
luego resulta que él falla más que nadie;

al típico personaje irascible que se rasga las
vestiduras ante el mal genio de los demás.

¿Por qué? Quizá sea efectivamente porque —no se sabe en
virtud de qué misteriosa tendencia— proyectamos en los
demás nuestros propios defectos.

El conocimiento propio también es muy útil para aprender
a tratar a los demás. Hay, por ejemplo, padres
impacientes a quienes con frecuencia se les escuchan
frases como "le he dicho a esta criatura por lo menos
cuarenta veces que..., y no hay manera". Y cabría
preguntarse: bien, pero ¿y tú? ¿No te sucede a ti que te
has propuesto también cuarenta veces muchas cosas que
luego nunca logras hacer?

¿No podemos entonces exigir nada a los hijos porque
nosotros somos peor que ellos...? No, por supuesto. Pero
cuando alguien es consciente de sus propios defectos, la
tarea de educar se ve muchas veces como una tarea que
tiene bastante de compañerismo. Y se celebra el triunfo
del otro y se sabe disculpar y disimular la derrota,
porque se confía en que le llegarán también tiempos de
victoria. Por eso no viene mal tener en la cabeza
nuestros fallos y nuestros errores a la hora de
corregir, para saber conjugar bien la exigencia con la
comprensión.



Sentimientos de insatisfacción

Se dice que los dinosaurios se extinguieron porque
evolucionaron por un camino equivocado: mucho cuerpo y
poco cerebro, grandes músculos y poco conocimiento.

Algo parecido amenaza al hombre que desarrolla en exceso
su atención hacia el éxito material, mientras su cabeza
y su corazón quedan cada vez más vacíos y anquilosados.
Quizá gozan de un alto nivel de vida, poseen notables
cualidades, y todo parece apuntar a que deberían
sentirse muy dichosos; sin embargo, cuando se ahonda en
sus verdaderos sentimientos, con frecuencia se descubre
que se sienten profundamente insatisfechos. Y la primera
paradoja es que ellos mismos muchas veces no saben
explicar bien por qué motivo.

En algunos casos, esa insatisfacción proviene de una
dinámica de consumo poco moderado. Llega un momento en
que comprueban que el afán por poseer y disfrutar cada
día de más cosas sólo se aplaca fugazmente con su logro,
y ven cómo de inmediato se presentan nuevas
insatisfacciones ante tantas otras cosas que aún no se
poseen. Es una especie de tiranía (que ciertas modas y
usos sociales facilitan que uno mismo se imponga), y
hace falta una buena dosis de sabiduría de la vida para
no caer en esa trampa (o para salir de ella), y evitarse
así mucho sufrimiento inútil.

En otras personas, la insatisfacción proviene de la
mezquindad de su corazón. Aunque a veces les cueste
reconocerlo, se sienten avergonzadas de la vida que
llevan, y si profundizan un poco en su interior,
descubren muchas cosas que les hacen sentirse a disgusto
consigo mismas (y eso les lleva con frecuencia a
maltratar a los demás, por aquello de que quien la tiene
tomada consigo mismo, la acaba tomando con los demás).

En cambio, quien ha sabido seguir un camino de honradez
y de verdad, desoyendo las mil justificaciones que
siempre parecen encubrir cualquier claudicación (“lo
hace todo el mundo”, “se trata sólo de una pequeña
concesión excepcional”, “no hago daño a nadie”, etc.),
quien logra mantener la rectitud y rechazar esas
justificaciones, se sentirá habitualmente satisfecho,
porque no hay nada más ingrato que convivir con uno
mismo cuando se es un ser mezquino.

Otras veces, la insatisfacción se debe a algún
sentimiento de inferioridad. Otras, tiene su origen en
la incapacidad para lograr dominarse a uno mismo, como
sucede a esas personas que son arrolladas por sus
propios impulsos de cólera o agresividad, por la
inmoderación en la comida o la bebida, etc., y después,
una vez recobrado el control, se asombran, se
arrepienten y sienten un profundo rechazo de sí mismas.

También las manías son una fuente de sentimientos de
insatisfacción. Si se deja que arraiguen, pueden llegar
a convertirse en auténticas fijaciones que dificultan
llevar una vida psicológicamente sana. Además, si no se
es capaz de afrontarlas y superarlas, con el tiempo
tienden a extenderse y multiplicarse.

Algo parecido podría decirse de las personas que viven
dominadas por sentimientos relacionados con la soledad,
de los que suele costar bastante salir, unas veces por
una actitud orgullosa (que les impide afrontar el
aislamiento que padecen y se resisten a aceptar que
estén realmente solas), otras porque no saben adónde
acudir para ampliar su entorno de amistades, y otras
porque les falta talento para relacionarse.

Incluso personas con una intensa vida social también
pueden sentirse a veces muy solas e insatisfechas: quizá
porque su exuberante actividad puede ser superficial y
encubrir una soledad mal resuelta; o porque sus
contactos y relaciones pueden estar mantenidos casi
exclusivamente por interés; o porque son personas de
fama o de éxito, y perciben ese trato social como poco
personal, o como adulación; etc. Y también puede suceder
lo contrario, y una soledad puede ser sólo aparente: hay
personas que creen importar poco a los demás, y un buen
día sufren algo más extraordinario y se sorprenden de la
cantidad de personas que les ofrecen su ayuda (la
satisfacción que sienten entonces da una idea de la
importancia de estar cerca de quien pasa por un momento
de mayor dificultad).

En cualquier caso, saber de dónde provienen los
sentimientos de insatisfacción es decisivo para
abordarlos con acierto y así gobernar con eficacia la
propia vida afectiva.

Repertorio emocional

Para establecer una relación positiva con los demás, y
poder así decirse las cosas de forma fluida y sin
acritud, es preciso cultivar toda una serie de
capacidades destinadas a combatir la negatividad y a
establecer una relación no defensiva con los demás.

El principal obstáculo es que probablemente en nuestro
interior tenemos grabadas unas respuestas emocionales
negativas que no es fácil cambiar de la noche a la
mañana. Por eso hemos de poner esfuerzo en
familiarizarnos con respuestas emocionales más
positivas, de modo que, con el tiempo, las vayamos
evocando de forma más natural y espontánea, en la medida
que las incorporemos más a nuestro repertorio emocional.
Algunos ejemplos de esas capacidades emocionales pueden
ser los siguientes:

Tranquilizarse a uno mismo, pues al enfadamos perdemos
bastante de nuestra capacidad de escuchar, pensar y
hablar con claridad, y la excitación del enfado tiende a
generar un enfado mayor si uno no se da un tiempo muerto
hasta lograr tranquilizarse.

Desintoxicarse de pensamientos negativos hipercríticos,
que suelen ser los principales desencadenantes de
conflictos. Cuando logramos darnos cuenta de que nos
embargan pensamientos de ese tipo, y nos decidimos a
hacerles frente, el problema suele estar ya casi
resuelto.

Escuchar y hablar de modo que nuestras palabras no
despierten la defensividad del interlocutor, es decir,
que no las perciba como críticas u hostiles. De modo
análogo, hemos de esforzarnos en escuchar a los demás
sin interpretar como un ataque lo que quizá es una
simple queja o una observación bienintencionada.

Detectar temas, momentos o situaciones de
hipersensibilidad. Si observamos una actitud de
defensividad en una determinada persona, será una
manifestación clara de que el tema que se está tratando
reviste importancia para ella (y que por tanto conviene
andarse con especial tacto), o que en ese momento está
alterada por algo, o que hay alguna razón por la que
nuestra relación con esa persona se ha dañado, en poco o
en mucho. Por ejemplo, si observamos que le ha
contrariado que interrumpamos una explicación suya,
podemos terciar, sin acritud, diciendo: "perdona, que te
he interrumpido; di lo que ibas a decir".

Centrarse en los temas, sin enredarse en detalles nimios
o en cuestiones colaterales que entorpecen el diálogo.

No derivar hacia el ataque personal. Siempre es mejor,
por ejemplo, decir un "me ha molestado que llegues tarde
y no me hayas avisado", que soltar un "eres un
desconsiderado y un egoísta".

Disculparnos cuando advirtamos que nos hemos equivocado,
y asumir con sencillez la responsabilidad que nos
corresponda por nuestros errores.

Procurar reflejar el estado emocional del interlocutor.
Si, por ejemplo, alguien nos expresa una queja o una
preocupación que le cuesta manifestar, hemos de procurar
reflejar que nos hacemos cargo de lo que siente en ese
momento.

Ser generosos en el reconocimiento de los méritos de los
demás, y no escamotear, cuando sea oportuno, los elogios
razonables que destaquen y alaben explícitamente las
cualidades del otro.

Control de la preocupación

Por lo general, la espiral de la preocupación, y con
ella, la de la ansiedad, entorpece de tal modo el
funcionamiento intelectual que pueden llegar a disminuir
seriamente su rendimiento personal.

Bastantes estudiantes, por ejemplo, son muy proclives a
preocuparse y caer en estados de ansiedad, y esto afecta
negativamente a sus resultados académicos.

Mientras, a otros, el estado de preocupación, por
ejemplo ante un examen, estimula su intensidad en el
estudio, y gracias a eso logran un rendimiento mucho
mayor.

Ésa es la cuestión que conviene analizar: por qué a unos
les estimula y a otros les paraliza.

Según unos amplios estudios realizados por Richard
Alpert, la diferencia entre unos y otros está en la
forma de abordar esa sensación de inquietud que les
invade ante la inminencia de un examen. A unos, la misma
excitación y el interés por hacer bien el examen les
lleva a prepararse y a estudiar con más seriedad; en
otros casos, sin embargo, cuando se trata de personas
ansiosas, sus pensamientos negativos (del estilo de «no
seré capaz de aprobar», «se me dan mal este tipo de
exámenes», «no sirvo para las matemáticas», etc.)
sabotean sus esfuerzos, y la excitación interfiere con
el discurso mental necesario para el estudio y enturbia
después su claridad también durante la realización del
examen.

Las preocupaciones que tiene una persona mientras hace
un examen reducen los recursos mentales disponibles para
hacerlo bien. En ese sentido, si estamos demasiado
preocupados por suspender, dispondremos de mucha menos
atención para discurrir sobre lo que nos han preguntado
y expresar una respuesta adecuada. Es así como las
preocupaciones acaban convirtiéndose en profecías
autocumplidas que conducen al fracaso.

En cambio, quienes controlan sus emociones pueden
utilizar esa ansiedad anticipatoria —ante la cercanía de
un examen, o de dar una conferencia, o de acudir a una
entrevista importante— para motivarse a sí mismos,
prepararse adecuadamente y, en consecuencia, hacerlo
mejor.

Se trata de encontrar un punto medio —volvemos aquí de
nuevo a la necesidad de un equilibrio— entre la ansiedad
y la apatía, pues el exceso de ansiedad lastra el
esfuerzo por hacerlo bien, pero la ausencia completa de
ansiedad —en el sentido de indolencia, se entiende—
genera apatía y desmotivación.

Por eso, un cierto entusiasmo —incluso algo de euforia
en algunas ocasiones— resulta muy positivo en la mayoría
de las tareas humanas, sobre todo para las de tipo más
creativo. Pero cuando la euforia crece demasiado o se
descontrola, se convierte en un estado en el que la
agitación socava toda capacidad de pensar de un modo lo
suficientemente coherente como para que las ideas fluyan
con acierto y realismo.

Los estados de ánimo positivos aumentan la capacidad de
pensar con flexibilidad y sensatez ante cuestiones
complejas, y hacen más fácil encontrar soluciones a los
problemas, tanto de tipo especulativo como de relaciones
humanas. Por eso, una forma de ayudar a alguien a
abordar con acierto sus problemas es procurar que se
sienta alegre y optimista. Las personas bienhumoradas
gozan de una predisposición que les lleva a pensar de
una forma más abierta y positiva, y gracias a eso poseen
una capacidad de tomar decisiones notablemente mejor.

Los estados de ánimo negativos, en cambio, sesgan
nuestros recuerdos en una dirección negativa, haciendo
más probable que nos retiremos hacia decisiones más
apocadas, temerosas y suspicaces.

Empatía

Es la hora del recreo en la guardería y un grupo de
niños está corriendo por el patio. Varios tropiezan, y
uno de ellos se hace daño en una rodilla y comienza a
llorar. Todos los demás siguen con sus juegos, sin
prestarle atención..., excepto Roger.

Roger se detiene junto a él, le observa, espera a que se
calme un poco, y después se agacha, frota con la mano su
propia rodilla y comenta, con un tono comprensivo y
conciliador: "¡vaya, yo también me he hecho daño!"

Esta escena es observada por un equipo investigador que
dirigen Tomas Hatch y Howard Gardner, en una escuela
norteamericana.

Al parecer, Roger tiene una extraordinaria habilidad
para reconocer los sentimientos de sus compañeros de
guardería y para establecer un contacto rápido y amable
con ellos. Fue el único que se dio cuenta del estado y
el sufrimiento de su compañero, y también fue el único
que trató de consolarle, aunque sólo pudiera ofrecerle
su propio dolor: un gesto que denota una habilidad
especial para las relaciones humanas y que, en el caso
de un preescolar, augura la presencia de un conjunto de
talentos que irán floreciendo a lo largo de su vida.

Al término de su estudio sobre el comportamiento
infantil en la escuela, estos investigadores propusieron
una serie de habilidades que reflejan el talento social
de una persona:

Capacidad de liderazgo, es decir, de movilizar y
coordinar los esfuerzos de un grupo de personas. Es una
capacidad que se apunta ya en el patio del colegio,
cuando en el recreo surge un niño o una niña —siempre
los hay— que decide a qué jugarán, y cómo; y que pronto
acaba siendo reconocido por todos como líder del grupo.

Capacidad de negociar soluciones, o sea, de mediar entre
las personas para evitar la aparición de conflictos o
para solucionar los ya existentes. Son los niños
—también los hay siempre— que suelen resolver las
pequeñas disputas que se producen en el patio de recreo.


Capacidad de establecer conexiones personales, esto es,
de dominar el sutil arte de las relaciones humanas que
requieren la amistad, el amor o el trabajo en equipo. Es
la habilidad que acabamos de señalar en Roger: son esos
niños que saben llevarse bien con todos, que saben
reconocer el estado emocional de los demás, y que suelen
ser por ello muy queridos por sus compañeros.

Capacidad de análisis social, es decir, de detectar e
intuir los sentimientos, motivos e intereses de las
personas. Son los niños que desde muy pronto se sitúan
sobre cómo son los demás compañeros o profesores, y
demuestran una intuición muy notable.

El conjunto de esas habilidades —que, insistimos, son al
tiempo innatas y adquiridas— constituye la materia prima
de la inteligencia interpersonal, y es el ingrediente
fundamental del encanto, del éxito social y del carisma
personal. Habilidades que reportan una indudable ventaja
en la vida familiar, en la amistad, en el mundo laboral
o en muchos otros ámbitos de la existencia.

Como ha señalado Daniel Goleman, esas personas
socialmente inteligentes saben controlar la expresión de
sus emociones, conectan más fácilmente con los demás,
captan enseguida sus reacciones y sentimientos, y
gracias a eso pueden reconducir o resolver los
conflictos que aparecen siempre en cualquier interacción
humana. Muchos son también líderes naturales, que saben
expresar los sentimientos colectivos latentes y guiar a
un grupo hacia el logro de sus objetivos. Son, en
cualquier caso, el tipo de personas con quienes a los
demás les gusta estar porque hacen siempre aportaciones
constructivas y transmiten buen humor y sentido
positivo.

Capacidad de demorar la gratificación

En la década de los sesenta, Walter Mischel llevó a cabo
desde la Universidad de Stanford una investigación con
preescolares de cuatro años de edad, a los que planteaba
un sencillo dilema: «Ahora debo marcharme y regresaré
dentro de veinte minutos. Si quieres, puedes tomarte
esta chocolatina, pero si esperas a que yo vuelva, te
daré dos.»

Aquel dilema resultó ser un auténtico desafío para los
chicos de esa edad. Se planteaba en ellos un fuerte
debate interior: la lucha entre el impulso a tomarse la
chocolatina y el deseo de contenerse para lograr más
adelante un objetivo mejor.

Era una lucha entre el deseo primario y el autocontrol,
entre la gratificación y su demora. Una lucha de
indudable trascendencia en la vida de cualquier persona,
pues no puede olvidarse que tal vez no hay habilidad
psicológica más esencial que la capacidad de resistir el
impulso. Resistir el impulso es el fundamento de
cualquier tipo de autocontrol emocional, puesto que toda
emoción supone un deseo de actuar, y es evidente que no
siempre ese deseo será oportuno.

El caso es que Walter Mischel llevó a cabo su estudio, y
efectuó un seguimiento de esos mismos chicos durante más
de quince años.

En la primera prueba, comprobó que aproximadamente dos
tercios de esos niños de cuatro años de edad fueron
capaces de esperar lo que seguramente les pareció una
eternidad, hasta que volvió el experimentador. Pero
otros, más impulsivos, se abalanzaron sobre la
chocolatina a los pocos segundos de quedarse solos en la
habitación.

Además de comprobar lo diferente que era entre unos y
otros la capacidad de demorar la gratificación y, por
tanto, el autocontrol emocional, una de las cosas que
más llamó la atención al equipo de experimentadores fue
el modo en que aquellos chicos soportaron la espera:
volverse para no ver la chocolatina, cantar o jugar para
entretenerse, o incluso intentar dormirse.

Pero lo más sorprendente vino unos cuantos años después,
cuando pudieron comprobar que la mayor parte de los
chicos y chicas que en su infancia habían logrado
resistir aquella espera, luego en su adolescencia eran
notablemente más emprendedores, equilibrados y
sociables.

Aquel estudio comparativo revelaba que —en términos de
conjunto— quienes en su momento superaron la prueba de
la chocolatina fueron luego, diez o doce años después,
personas mucho menos proclives a desmoralizarse, más
resistentes a la frustración, y más decididos y
constantes.

Como es natural, no es que el futuro esté ya
predeterminado para cada persona desde su nacimiento,
entre otras cosas porque no puede olvidarse que a los
cuatro años se ha recibido ya mucha educación. Hay, sin
duda, toda una herencia genética, un temperamento innato
que influye bastante, pero no es ése el factor
principal. Un niño de cuatro años puede haber aprendido
a ser obediente o desobediente, disciplinado o
caprichoso, ordenado o desordenado, como bien puede
atestiguar, por ejemplo, cualquier padre o madre de
familia, o cualquier persona que trabaje en un
preescolar.

Es indudable que el tipo de educación que había recibido
cada uno de esos chicos influyó sin duda decisivamente
en el resultado de aquella prueba de las chocolatinas.
Por eso, más que alentar oscuros determinismos ya
cerrados desde la infancia, o viejas tesis conductistas,
lo que aquella investigación vino a resaltar es cómo las
aptitudes que despuntan tempranamente en la infancia
suelen florecer más adelante, en la adolescencia o en la
vida adulta, dando lugar a un amplio abanico de
capacidades emocionales: la capacidad de controlar los
impulsos y demorar la gratificación, aprendida con
naturalidad desde la primera infancia, constituye una
facultad fundamental, tanto para cursar una carrera como
para ser una persona honrada o tener buenos amigos.

Es cierto que, en aquella prueba de las chocolatinas,
habría sido quizá más acertado proponer una prueba que
destacara esa capacidad de demorar la gratificación de
un modo más positivo, menos material. En todo caso,
sirve para mostrar cómo los chicos de cuatro años poseen
ya importantes capacidades emocionales (como percibir la
conveniencia de reprimir un impulso, o saber desviar su
atención de la tentación presente), y que educarles en
esas capacidades será de gran ayuda para su desarrollo
futuro.

La capacidad de resistir los impulsos, demorando o
eludiendo una gratificación para alcanzar otras metas
—ya sea aprobar un examen, levantar una empresa o
mantener unos principios éticos—, constituye una parte
esencial del gobierno de uno mismo. Y todo lo que en la
tarea de educación —o de autoeducación— pueda hacerse
por estimular esa capacidad será de una gran
trascendencia.

Frases de Confucio...

Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo;
cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo.
Lo que quiere el sabio lo busca en sí mismo; el vulgo,
lo busca en los demás.
Perdónaselo todo a quien nada se perdona a sí mismo.
El hombre que al llegar a los cuarenta no se ha dado a
conocer no es digno de que se le mire con respeto
El hombre superior piensa siempre en la virtud; el
hombre vulgar piensa en la comodidad
La virtud nunca se queda sola: aquel que la posee
tendrá vecinos
Saber lo que es justo y no hacerlo es la peor de las
cobardías
En un país bien gobernado debe inspirar verguenza la
pobreza. En un país mal gobernado debe inspirar
verguenza la riqueza
Lo que más se necesita para aprender es un espíritu
humilde
Mejor que el hombre que sabe lo que es justo es el
hombre que ama lo justo.
Los defectos de un hombre se adecuan siempre a su tipo
de mente. Observa sus defectos y conocerás sus
virtudes.
Aprender sin reflexionar es malgastar la energía
Yo no procuro conocer las preguntas; procuro conocer
las respuestas.
Aprende a vivir y sabrás morir bien.
El hombre que ha cometido un error y no lo corrige
comete otro error mayor.
Entristécete no porque los hombres no te conozcan,
sino porque tú no conoces a los hombres.
Un erudito que no sea serio no inspirará respeto, y
su sabiduría, por lo tanto, carecerá de estabilidad
Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como
huéspedes y se quedan como amos.
Quien volviendo a hacer el camino viejo aprende el
nuevo, puede considerarse un maestro.
Un caballero se avergüenza de que sus palabras sean
mejores que sus actos.
Exígete mucho a ti mismo y espera poco de los demás.
Así te ahorrarás disgustos.
La naturaleza hace que los hombres nos parezcamos unos
a otros y nos juntemos; la educación hace que seamos
diferentes y que nos alejemos.
Donde hay educación no hay distinción de clases.
Debes tener siempre fría la cabeza, caliente el
corazón y larga la mano.
No debes quejarte de la nieve en el tejado de tu
vecino cuando también cubre el umbral de tu casa.
Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces
entonces estás peor que antes.
Aprender sin pensar es inútil. Pensar sin aprender,
peligroso.
El mal no está en tener faltas, sino en no tratar de
enmendarlas.
Es posible conseguir algo luego de tres horas de
pelea, pero es seguro que se podrá conseguir con
apenas tres palabras impregnadas de afecto.
Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden
verla.
El hombre superior es persistente en el camino cierto
y no sólo persistente.
Oír o leer sin reflexionar es una ocupación inútil.
La mujer es lo más corruptor y lo más corruptible que
hay en el mundo.
Se puede quitar a un general su ejército, pero no a un
hombre su voluntad
.
¿Uno que no sepa gobernarse a sí mismo, cómo sabrá
gobernar a los demás?.
Gobernar es rectificar.
Saber que se sabe lo que se sabe y que no se sabe lo
que no se sabe; he aquí el verdadero saber.
Lo que quiere el sabio, lo busca en sí mismo; el
vulgo, lo busca en los demás.
Sólo los sabios más excelentes, y los necios más
acabados, son incomprensibles.
Trabaja en impedir delitos para no necesitar castigos.

Cuando veáis a un hombre sabio, pensad en igualar sus
virtudes. Cuando veáis un hombre desprovisto de
virtud, examinaos vosotros mismos.
Un hombre de virtuosas palabras no es siempre un
hombre virtuoso.
Un hombre sin virtud no puede morar mucho tiempo en la
adversidad, ni tampoco en la felicidad; pero el hombre
virtuoso descansa en la virtud, y el hombre sabio la
ambiciona.
Sólo el virtuoso es competente para amar u odiar a los
hombres.
La virtud no habita en la soledad: debe tener vecinos.

El lenguaje artificioso y la conducta aduladora rara
vez acompañan a la virtud.
Sin no conoces todavía la vida, ¿cómo puede ser
posible conocer la muerte?
Los hombres se distinguen menos por sus cualidades
naturales que por la cultura que ellos mismos se
proporcionan. Los únicos que no cambian son los sabios
de primer orden y los completamente idiotas.
La naturaleza humana es buena y la maldad es
esencialmente antinatural.
El tipo más noble de hombre tiene una mente amplia y
sin prejuicios. El hombre inferior es prejuiciado y
carece de una mente amplia.
Una casa será fuerte e indestructible cuando esté
sostenida por estas cuatro columnas: padre valiente,
madre prudente, hijo obediente, hermano complaciente.
Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro.
Es más fácil apoderarse del comandante en jefe de un ejército que despojar a un miserable de su libertad

jueves, 30 de agosto de 2007

Amar o Depender
Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas
partes para ofrecer sus maravillosos regalos; joyas, tierras,
ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a
tan especial criatura.

Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no
tenía más riquezas que amor y perseverancia. Cuando le llegó
el momento de hablar, le dijo:
- "Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre
pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio
como prueba de amor: estaré cien días sentado bajo tu
ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que
las que llevo puestas. Ése es mi dote".

La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió
aceptar y le dijo al joven plebeyo:
- "Tendrás tu oportunidad: si pasas la prueba, me
desposarás".

Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo
sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches
heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su
amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin
desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la
ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la
princesa, la cual con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba
la faena. Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos
optimistas habían comenzado a planear los festejos.

Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona
habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y
jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para
cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y
la perplejidad de la infanta, el joven se levantó y sin dar
explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario
camino, un niño de la comarca alcanzó al joven plebeyo y le
preguntó:
- "Qué fue lo te que ocurrió?, estabas a un paso de lograr
la meta. ¿Por qué perdiste esa oportunidad?. ¿Por qué te
retiraste?".

Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas,
el joven plebeyo contestó en voz baja:
- "No me ahorró ni un día de sufrimiento, ni siquiera una
hora. No merecía mi amor".

Autor Desconocido

¿AMAR O DEPENDER?

El merecimiento no siempre es egolatría, sino dignidad.
Cuando damos lo mejor de nosotros mismos a otra persona,
cuando decidimos compartir la vida, cuando abrimos nuestro
corazón de par en par y desnudamos el alma hasta el último
rincón, cuando perdemos la vergüenza, cuando los secretos
dejan de serlo, al menos merecemos comprensión.

Que se menosprecie, ignore o desconozca fríamente el amor que
regalamos a manos llenas es desconsideración o, en el mejor de
los casos, ligereza. Cuando amamos a alguien que además de no
correspondernos desprecia nuestro amor y nos hiere, estamos en
el lugar equivocado. Esa persona no se hace merecedora del
afecto que le prodigamos.

La situación es clara: si no me siento bien recibido en algún
lugar, empaco y me voy. Nadie se quedaría tratando de agradar
y disculpándose por no ser como a la otra persona le gustaría
que fuera. No hay vuelta de hoja. En cualquier relación de
pareja que tengas, no te merece quien no te ame, y menos aún,
quien te lastime. Y si alguien te hiere reiteradamente sin
"mala intención", puede que te merezca pero no te conviene.

LA PERSONALIDAD DESTRUCTIVA Y EL AMOR

Aunque parezca irracional, hay personas que están
predispuestas a tener relaciones destructivas.
Consistentemente, una y otra vez, se involucran en relaciones
dañinas de donde salen mal libradas. Algunos dicen que es
masoquismo, otros que se debe a una baja autoestima, y hay
quienes sostienen que el objetivo de la personalidad
autodestructiva es demostrar que: realmente no son "queridos".

Las personas que se autocastigan en el amor, muestran una
evidente contradicción: de un lado quieren dejar de sufrir,
pero al mismo tiempo reinciden en relaciones tormentosas
similares a las anteriores. La razón les dice que no, pero el
corazón les dice que sí.

La personalidad autodestructiva, se caracteriza afectivamente
por: mantener relaciones interpersonales de subordinación (el
otro es más importante que yo), poca valoración de los logros
personales (lo que yo hago no es tan importante), baja
autoestima, tendencia a emparejarse con personas explotadoras,
asumen el papel de víctimas, suelen ser poco asertivas y
apenas experimentan placer por sus vidas. Tienen tendencia a
sabotear su propia vida interior.

Detrás de esta manera de ser, las personas esconden una gran
dependencia emocional y un afán de hallar a alguien mejor, que
pueda aportarles lo que ellas no tienen. Por eso idealizan a
las parejas, y se fascinan con personas muy seguras de sí
mismas. Crean veneración por personas autosuficientes. La
admiración se transforma en culto, el amor en pleitesía, y el
intercambio afectivo (que debería ser recíproco) se vuelve
desigual, desequilibrado, inclinado en su contra. La
glorificación de la pareja los transporta al más allá, negando
el más acá.

Lo curioso es que la gran mayoría de estas personas, terminan
con personas manipuladoras o explotadoras, donde el débil
refuerza al más fuerte, y éste se crece más y más, hasta
aplastar al subyugado. ¿"Por qué siempre mis parejas terminan
aprovechándose de mí"?, ¿"Por qué soy tan de malas"?. Quizás
no sea el azar, quizás buscamos el complementario y se nos va
la mano. Querer una pareja dominante para compensar la propia
debilidad, es sin lugar a dudas peligroso. Vivir a la sombra
del compañero afectivo puede llevar a la pérdida de la
identidad personal. Además, es imposible asumir una posición
de subordinación, sin lastimar el ego y caer en la degradación
del yo.

La personalidad autodestructiva es ajena a la felicidad. Las
personas que la poseen, se conforman con el dolor hasta
considerarlo normal, y creen que el sufrimiento es el costo
ineludible que deben pagar para sentirse amadas. La única
manera de superar la mala costumbre de autocastigarse en el
amor, es aceptarse como uno es, con lo bueno y lo malo, sin
quejas, ni oscuras compensaciones. Las buenas relaciones
afectivas son aquellas donde buscamos personas similares a
nosotros, sin idealizarlas. Personas de igual a igual con
afectos recíprocos, dejando de lado la absurda idea de tener
que sentirme mal, para sentirme bien.

Tomado del libro: ¿Amar o Depender?
Autor: Walter Riso. Psicólogo
Nacido en Italia, criado en Argentina y residenciado desde
hace 20 años en Medellín-Colombia


LA SOLTERIA


"Más de cuatro años de su vida gastaron Laura y
Eduardo en un noviazgo; estudiaron juntos. Fué como sí hubieran agotado
los temas de conversación que tenían en la universidad, para entrar en
una competencia profesional que, lejos de dar trascendencia a su
relación, marcaba territorios incompatibles.
Finalmente, Eduardo confesó que cuando se dió
cuenta de que su noviazgo le reclamaba mas formalidad, tuvo miedo de
continuar, porque necesitaba tiempo para saber si Laura era la mujer con
quien realmente deseaba pasar el resto de su vida".

Su caso es el de cada vez mas parejas "modernas"
que huyen de la responsabilidad como del demonio incluso cuando ya tienen
todo preparado para la boda. Quizás no supieron nunca que el
verdadero amor no se traduce en "sentir bonito" cuando se esta frente a la
pareja y que tampoco significa: "estar de acuerdo en todo lo que se
hace", porque cuando realmente se ama a alguien se adquiere el
COMPROMISO MORAL de ayudarlo respetuosamente a ser mejor, a que crezca como ser humano en todos los aspectos.

Cuando los jóvenes sueñan con encontrar al
príncipe azul o a la super-mujer para ser felices siempre, tendrán que
plantearse con toda seriedad si no están esquizofrénicos, porque un mundo así
solo se da en las letras o en las telenovelas, donde navegamos a
merced de la imaginación del autor, pero no en el mundo, donde el Creador
ha dispuesto para los hombres la felicidad y el sufrimiento, los
logros y los fracasos, la aceptación y el rechazo, y la lucha constante
y permanente, desde que nacemos hasta que dejamos de respirar.

Hace poco llego a mis manos una información de
Cimac, en la que Martha Celia Herrera, psicoterapeuta del Centro de
Interdisciplina Conductuales, asegura que las mujeres aun hoy conservan la
expectativa de encontrar a un hombre maduro, productivo, estable, rico,
inteligente, paternal, que cambie pañales, que las acompañe al
pediatra, que sepa preparar papillas que sea una excelente pareja, tierno,
que externe sus emociones, que no pida relaciones intimas cuando ella está
enojada, que sea empático.

Ellos, entre tanto, buscan a la mujer de sus sueños: productiva,
inteligente, excelente anfitriona, que desee uno o dos hijos cuando el lo
decida, que no pida dinero, que sea autosuficiente, independiente y
autónoma, que colabore en la economía familiar y que cuide a los niños,
que lave, planche, cocine y tenga bien arreglada la casa, además de que
se dé tiempo para cuidar su apariencia, que siempre esté super delgada,
que sea vea sexy,etc, etc.
La doctora Herrera dice que con la revolución sexual y e feminismo
se rompió el equilibrio tradicional entre el papel que correspondía a los
hombres y el que estaba destinado a las mujeres. Los vrones se asustan
frente a las mujeres que compiten con ellos en su espacio laboral y que a
menudo están mas calificadas que ellos, y esa amenaza a veces se extiende
al campo sentimental. Influye también que se dividieron los roles, pero
nunca quedaron delineados. Ahora la mujer tiene mas actividades que
antes, porque debe estudiar, trabajar y atender a su familia, hecho que
resulta desconcertante para todos.
Las expectativas femeninas y las masculinas son irreales y poco
objetivas. Muchos ni siquiera son capaces de expresar lo que esperan del
otro. Yo no soy psicoterapeuta, pero se que en la vida nada es mágico ni
gratuito. Los hombres y las mujeres hemos sido siempre los mismos, aunque
las circunstancias han cambiado y, en este renglón, no tan positivamente
como seria deseable. Hoy queremos que todo sea fácil y desechable, pero
eso no es posible en las personas. Nadie esta ya hecho; la vida entera no
nos alcanza a veces para irnos moldeando según nuestras metas y
proyectos.

De la misma manera dos seres inacabados, que tendrían que estar
conscientes de que van a esculpirse juntos durante toda la vida. Anhelar
un príncipe azul o una súper mujer junto a nosotros NO es un PECADO, pero
si puede llegar a convertirse en un obstáculo para ser felices al lado de
un ser humano de carne y hueso, con potencialidades y miserias que, como
nosotros, necesita comprensión y verdadero amor para perfeccionarse poco
a poco. Si hoy tantas relaciones se rompen después de un tiempo de
tratarse en su noviazgo, es precisamente porque no estamos dispuestos a
trabajar para forjar una relación sana, sincera, basada en el verdadero
amor, que no es solo romanticismo, sino prueba constante de fidelidad,
comunicación, respeto y de humanidad.

Curiosamente, la doctora Herrera concluye que, mientras estudian
licenciaturas, maestrías y doctorados, hombres y mujeres no se dan tiempo
para "habilitarse en pareja", para hablar de si mismos. Todo eso se queda
guardado y, cuando cumplen 30 años o más deciden tener un compañero,
suponen que, como por arte de magia,contarán con habilidades que no
desarrollaron, porque nunca se dieron tiempo para hacerlo. Para relacionarse con otra persona hay que estar dispuesto a negociar, a manejar enojos, a discutir -no pelear- porque aunque existan puntos de vista diferentes, es posible conseguir objetivos
que satisfagan a los dos, dice la doctora. Pero eso cuesta. Quizás el
problema radica en que nadie desea comprometerse a entablar la lucha por
lograrlo. Demasiado egoísmo. Diría yo. Cada día son mas las mujeres
y hombres, profesionistas, independientes, inteligentes y de éxito,
que ven pasar los años sin encontrar pareja. Personas, de todas las
clases sociales se encuentran frente al mismo problema.

Son Solteros y Solteras, se han quedado atrapados(as)
en un espacio dentro de la sociedad actual, muy limitado en cuanto a
diversiones y actividades, y se les dificulta mucho encontrar
personas en su misma situación, ya no se diga para casarse, sino simplemente
para acompañarse y entablar una buena amistad. Ya no existe la palabra
"solteron(a)" y su imagen ha cambiado 180 grados, ya no es el hombre o
la mujer gris, amargada, vestido como fraile o monja (según sea el
caso); ahora son seres impecables, atractivos(as), de muy buen carácter. Que
van supliendo la juventud con personalidad y desarrollo intelectual.

Que hay demasiadas mujeres y pocos hombres es
una idea que se escucha todos los días, y que ha llegado a penetrar
profundo en la conciencia de las mujeres de todos los estratos sociales.
Este punto se dá como un hecho, apoyado en estadísticas generalmente
falsas o bastante caprichosas. A un numero determinado de mujeres les
corresponde un numero equivalente de hombres, a diferencia de la idea común de
que por cada hombre hay cinco o seis mujeres.

Pero la soledad no es exclusiva de aquellas personas que son
solteras. Hay mujeres que aun estando rodeadas de mucha
gente llegan a sentirse muy solas, y a sufrir de carencias afectivas.
También entre mujeres y hombres casadas(os), que comparten su vida con
su pareja, es frecuente encontrar "solas acompañadas". Para poder amar
verdaderamente hay que renunciar a creer que ese sentimiento es el fin de
la soledad, y estar dispuestos a aceptar dos soledades, la del otro y la
propia.
Y es que amor es confesar: Si, yo te amo como tu eres... aunque no respondas a mis sueños y a mis esperanzas, tu realidad me dá mucho mas regocijo que mis sueños..."

A MIS AMIGOS :

A mis amigos que son....SOLTEROS: El amor es como
una mariposa. Mientras más lo persigues más te evade. Pero si lo dejas
volar, regresará a ti cuando menos lo esperes. El amor puede hacerte
feliz, pero muchas veces duele, pero el amor sólo es especial cuando se
lo entregas a alguien que realmente se lo merece. Así que tómate tu
tiempo y elige lo mejor.

A mis amigos que son......NO TAN SOLTEROS.- El
amor no es convertirse en la "persona perfecta" para alguien. Es
encontrar a alguien que te ayude a ser la mejor persona que puedas ser.

A mis amigos que...... SÓLO QUIEREN VIVIR UN MOMENTO
O USAR A LAS PERSONAS, PARA SENTIRSE MEJOR: Nunca digas "Te Quiero", si
no te importa. Nunca hables de sentimientos si en verdad no los sientes.
Nunca toques una vida si pretendes, romper un corazón. Nunca mires a
los ojos cuando todo lo que haces es mentir. Lo más cruel que un hombre le
puede hacer a una mujer es dejarla que se enamore cuando él no tiene la
intención de corresponderle y esto es para ambas partes....

A mis amigos que son....CASADOS: El amor no es "tu
culpa", el amor dá libertad de acción y de pensar, la monotonía se
desintegra con pasión, imaginación, comunicación y mucho respeto, el amor no
es: gracias por aguantarme, el amor no es mantener la relación por los
hijos, el amor es de pareja no de familia ni de hijos, el amor es respeto
mutuo, confianza, fidelidad, la verdadera medida de la compatibilidad no son
los años que han pasado juntos, pero sí que tan buenos son el uno para el
otro.

A mis amigos que....TIENEN EL CORAZÓN DESTROZADO:
Los corazones rotos duran tanto y como uno desea y cortan tan
profundamente como los dejas continuar. El desafío no es como sobrevivir a un
corazón roto, sino aprender de ellos.

A mis amigos que.......TIENEN MIEDO DE CONFESAR:
El amor duele cuando terminas con alguien. Duele mucho más cuando
alguien rompe contigo. Pero el amor duele más cuando la persona que has
amado no tiene idea de como te sientes.

A mis amigos que......TODAVÍA ESTÁN AGUANTANDO: Una
cosa triste de la vida es cuando conoces a alguien y te enamoras, sólo para
encontrar al final que nunca funcionó y que has perdido años de tu vida
en alguien que no valía la pena. Si el o ella no vale la pena ahora, el o
ella no valdrá la pena en un año o en 10 años. Déjalo ir.....

A TODOS ....... MIS AMIGOS: Mi deseo para ustedes
es un hombre o mujer cuyo amor sea honesto, fuerte, maduro, que
nunca cambie, enriquecedor, protector, animado, recompensante y nada
egoísta.

¡Se Feliz!
Desconozco el autor.

Este artículo fué publicado en msn.com el mes pasado:

La "era de las solteronas", cosa del pasado
* La mujer que opta por vivir sola no es una amargada ni una
libertaria

* Es un exitoso grupo minoritario en México pero con tendencia
a crecer, en especial en los países industrializados
México, 23 May (Notimex).- Con o sin pareja en su pasado
reciente, con o sin hijos ahora, las "solas" por elección
desde hace varios años han enterrado "la era de las
solteronas" al convertirse en un grupo minoritario, sin duda,
pero con alto poder adquisitivo.

"Las solas no son una pandilla, ni un clan, ni una generación
específica. Son una actitud. Son plurales y con mentes
abiertas", escribe María Antonieta Barragán en su libro
"Solterías: elección o circunstancia. Un nuevo estilo de vida
se impone en el Siglo XXI".

"Estamos ante un nuevo estilo de vida; una tendencia que
empieza a presentarse con mayor nitidez y velocidad en los
países desarrollados y, de forma incipiente, en otras
latitudes del mundo", como América Latina, continúa la también
investigadora en su texto.

El fenómeno, primordialmente urbano, que destacan las
investigaciones citadas por Barragán en su obra (Editorial
Norma) ilustra que, al parecer,"la mujer se atrevió a consumir
la "sopa" en solitario y no es tan insípida como se la habían
pintado".

En México, las "solas" son una minoría (en un país de 100
millones de habitantes, a fines del Siglo XX, 7.5 millones de
mujeres entre 20 y 59 años declararon no tener marido), pero
los expertos aseguran que la opción es parte de una tendencia
que crece en el mundo.

Y aunque México sea un país tradicionalista, ya no es un
secreto que para muchas mexicanas, vivir sola no quiere decir
sentirse sola, ser solitaria o aislarse. La definición incluye
una activa vida personal, un alto nivel profesional y muchos
viajes, narra Barragán.

No son amargadas, ni feministas, ni exhiben un comportamiento
libertario. Sólo buscan una pareja en un terreno igualitario y
un espacio independiente. Son pioneras de una nueva época en
la historia de la profesionista, aunque por ahora sean
ignoradas.

"Como son varios Méxicos los que existen, estas mujeres se
mueven en el ámbito intelectual y universitario", explica a
Notimex la autora, cuyo libro incluye, además de importantes
estudios estadunidenses y europeos, las experiencias directas
de 10 "solas" de entre 30 y 48 años.

Es cierto: en las estadísticas oficiales los hogares
encabezados por mujeres aparecen como "unipersonales" y
"monoparentales". Pero el estilo de vida de las "solas" se ha
filtrado, poco a poco, en el esquema tradicional de los
hogares y las familias. "La sociedad mexicana no las rechaza,
no las condena pero las omite," relata la también académica en
su texto que cita "¿Nuevas familias para un nuevo siglo?", una
novedosa investigación de la CEPAL, que analiza el tema y lo
ubica en la modernidad de la región.

Si en América Latina el fenómeno es de crecimiento lento, la
tendencia en los países desarrollados parece imparable e
indica que las mujeres están apostando por el control de su
vida y a una autonomía económica sin por ello rechazar la
compañía masculina.

La falta de tiempo e incomunicación de las grandes urbes, la
preocupación de la mujer por estabilizarse en el mundo
laboral, el aumento en las separaciones y divorcios son
algunas de las razones que explican el aumento en el número de
"solas", según los expertos.

En Madrid, la capital española, suponen ser el 50 por ciento
de la población, mientras que en Berlín, considerada su meca
en Europa, son ya el 25 por ciento, un grupo codiciado por la
industria, que ve en ellas un auténtico filón de potenciales
consumidores. En efecto, el mercado de Estados Unidos y
Europa ha registrado el fenómeno. Las ofertas para "singles"
se multiplican. La gran diferencia entre unos y otros se mide
en términos económicos: menos cargas familiares, más dinero
para gastar.

Según datos del departamento de estudios del salón "Single-Ind
Life", los "singles" en España son hombres y mujeres, de entre
30 y 45 años, que disponen de ingresos mensuales 40 por ciento
superiores a los de la media de personas casadas en su franja
de edad.

Ante las quejas de estos consumidores, quienes se lamentaron
de que los productos de consumo diario favorecen a familias
numerosas, Carrefour y El Corte Inglés empezaron a ofertar
artículos en formatos pequeños, como bandejas con dos filetes
y batidos en "monodosis".

Las cadenas en México, en cambio, aún están muy lejos de
reconocer estas demandas. "El mercado desconoce ese poder
adquisitivo pues no ha madurado lo suficiente como para
capitalizarlo", concluye la especialista.

PENSAMIENTOS DE PAULO COELHO

"El gran objetivo del ser humano es comprender el amor total. El amor no está en el otro, está dentro de nosotros mismos: nosotros lo despertamos. Pero para que despierte necesitamos del otro. El universo sólo tiene sentido cuando tenemos con quien compartir nuestras emociones" "No se le puede decir a la primavera: "Ojalá que llegue pronto y que dure bastante"... Sólo se le puede decir: "Ven, bendíceme con tu esperanza y quédate todo lo que quieras"... "Puedo escoger entre ser una víctima del mundo o un aventurero en busca de su tesoro. Todo es cuestión de cómo ver la vida" "...Nadie pierde a nadie porque nadie posee a nadie. Esa es la verdadera experiencia de la libertad: Tener lo más importante del mundo sin poseerlo..." "Si busco el amor verdadero antes tengo que cansarme de los amores mediocres que encuentre..." "Aquel que ama no depende del acto sexual para sentirse bien. Dos personas que están juntas y que se quieren, tienen que sincronizar sus manecillas con paciencia y con perseverancia, con juegos y representaciones "teatrales", hasta entender que hacer el amor es mucho más que un encuentro: Es un "abrazo" de las partes genitales. Todo tiene importancia. Una persona que vive intensamente su vida goza todo el tiempo y no echa de menos el sexo. Cuando practica el sexo es por abundancia, porque el vaso de vino está tan lleno que desborda naturalmente, porque es absolutamente inevitable, porque acepta la llamada de la vida, porque en ese momento, sólo en ese momento, consigue perder el control"
De "Once minutos" de Paulo Coelho.
"El amor es el único medio de alcanzar el mundo espiritual y que nos transfigura, porque cuando amamos queremos ser mejores de lo que somos." "Cuando alguien encuentra su camino no puede tener miedo. Tiene que tener el coraje suficiente para dar pasos errados. Sus decepciones, las derrotas, el desánimo, son herramientas que el Universo utiliza para mostrar el camino...
FRASE DEL DIA
La inteligencia no radica en cuanto sabes, si no en lo bien que sabes aplicar lo poco que sabes. I n o
Comentarios personales:
Glup¡, tendré mas cuidado con la selección de los temas, a mi me pareció positivo, quizás habría que leer el libro completo, gracias por el comentario Carolus.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Piense y hagase Rico, Las oportunidades llegan 2 veces

Frases del día
La manera mas fácil de tener lo que quieres es ayudar a otros a tener lo que quieren.
Deepak Chopra
Dale al mundo lo mejor que tengas y lo mejor del mundovolverá a ti.
Madeline Bridges

Tomado del Manual del Guerrero de la Luz de Paulo Coelho:
Comenta un sabio chino sobre las estrategias del guerrero de la luz:
"Haz que tu enemigo crea que no conseguirá grandes recompensas si se decide a atacarte; así, disminuirás
su entusiasmo.
"No te avergüence retirarte provisionalmente del combate si percibes que tu enemigo es más fuerte; lo
importante no es la batalla aislada, sino el final de la guerra.
"Si eres lo suficientemente fuerte, tampoco te avergüences de fingirte débil; esto hará que tu enemigo pierda
la prudencia y ataque antes de hora.
"En la guerra, la capacidad de sorprender al adversario es la clave de la victoria".
******************************************************************************************************
"Es curioso - comenta para sí el guerrero de la luz -.
Cuánta gente he conocido que en la primera oportunidad intenta mostrar lo peor de sí mismo. Esconden la
fuerza interior detrás de la agresividad; disfrazan el miedo a la soledad con aires de independencia. No creen
en su propia capacidad, pero viven pregonando a los cuatro vientos sus virtudes."
El guerrero lee estos mensajes en muchos hombres y mujeres que conoce. Nunca se deja engañar por las
apariencias y permanece en silencio cuando intentan impresionarlo. Pero usa la ocasión para corregir sus
propios fallos, ya que las personas son siempre un buen espejo.Un guerrero aprovecha toda y cualquier oportunidad para enseñarse a sí mismo.

LA OPORTUNIDAD CON FRECUENCIA LLAMA DOS VECES
Por: John Maxwell

Un planteamiento diferente sobre el tema de las oportunidades que hemos dejado pasar. "Tal como la marea viene y va, así lo hacen las oportunidades." En las épocas anteriores a los grandes puertos, un barco algunas veces tenía que esperar la marea para poder llegar al muelle. El término en latín era ob porter, que significa un barco que espera cerca de un puerto el momento cuando a su turno la marea lo lleve a destino.La palabra inglesa "oportunidad" deriva de este significado original. El capitán y toda la tripulación estaban listos y esperaban por ese momento, porque sabían que si lo perdían tendrían que esperar otra marea para entrar a puerto.Shakespeare usó el trasfondo del significado exacto de la palabra "oportunidad" y lo transformó en uno de sus más famosos pasajes: “Hay una marea en los asuntos de los hombres, la cual, tomada en su fluir, lleva a la fortuna; omitida, todo el viaje de su vida está atado a dificultades y miserias. En tan abundante mar estamos ahora a flote; y debemos tomar la corriente cuando sirve, o perder nuestras venturas.”

Sin duda, debemos movernos rápidamente cuando la marea está alta para entrar al puerto. La demora nos impedirá lograr nuestro objetivo. Sin embargo, no estoy totalmente convencido de que todo está perdido si permitimos que una oportunidad pase de largo sin atraparla. Las oportunidades, como las mareas, con frecuencia vendrán nuevamente para darnos una segunda oportunidad para alcanzar nuestra meta. La oportunidad puede ser nuestra la segunda vez.
La oportunidad viene más de una vez, si somos pacientes.Tal como la marea viene y va, así lo hacen las oportunidades. Con frecuencia después de perder una oportunidad, he intentado el principio de la paciencia. Trata de crear la misma atmósfera que estaba presente cuando la oportunidad llamó la primera vez. Prepárate mentalmente durante este tiempo de espera, así la oportunidad no te pasará nuevamente.

Las oportunidades vienen más de una vez, si las esperamos.Estoy convencido de que las oportunidades siempre rodean a las personas. El problema no es la falta de oportunidades, sino la falta de habilidad de ver estas preciosas oportunidades y así perderlas. Las oportunidades para el éxito en este mundo son tan grandes como es nuestra imaginación para soñarlas, pero no podemos verlas cuando estamos deprimidos con nosotros mismos y con el mundo. Cuando yo era un jovencito, me deleitaba ir al parque de la ciudad antes de Pascuas para unirme a otros chicos en la cacería anual de huevos. El primer año que fui aprendí una lección valiosa. Antes de que comenzara la cacería había ubicado un huevo debajo de un arbusto. Puse mi vista en ese huevo y rápidamente corrí hacia él cuando se inició la carrera. Otro muchacho lo vio también y me ganó. Me quedé desalentado pues pensaba que había pasado mi oportunidad.Mientras estaba allí quieto mirando el suelo, otros chicos se escurrían por todos lados y encontraban otros huevos. Yo había permitido que una oportunidad perdida me impidiera buscar otros huevos. En lugar de tener una canasta llena de huevos, volví a casa con las manos vacías. ¿Por qué? Fracasé en darme cuenta de que había muchos más huevos en el parque que esperaban ser encontrados por quien pudiera verlos.¿Qué son los inventores? Gente que ve la oportunidad en las cosas que otros no ven, personas cuyos sentidos están vivos a las posibilidades creativas. Los inventores fracasan muchas veces; sin embargo, se dan cuenta que cuanto más trabajan, cuanto más estudian y cuanto más de cerca miran, mayores son las posibilidades de tener éxito.

La oportunidad viene más de una vez, si constantemente golpeamos a su puerta.La oportunidad no es una mera posibilidad o un acontecimiento fortuito. Con frecuencia tú deberías producir tus oportunidades. En un estudio que se hizo sobre cuatrocientos eminentes hombres y mujeres del siglo pasado, los investigadores concluyeron que tres cuartas partes de estas celebridades habían tenido una discapacidad en su juventud por tragedias, incapacidad o grandes frustraciones, y habían superado estos problemas para alcanzar las posiciones de renombre y hacer sus contribuciones para otros. No tengas autocompasión si estás limitado en tus habilidades y talentos. El mundo está lleno de oportunidades detrás de las puertas cerradas, así que, comienza a golpearlas.

Las oportunidades vienen más de una vez, si estamos deseosos de intentar otras avenidas para alcanzar nuestra meta.Tal vez, perdiste la primera marea. ¿Hay otra? Quizás deberías intentar un puerto distinto. ¿No hay más que una forma de subir a la montaña del éxito? No te desanimes, ni sientas que tus oportunidades de ser feliz se han ido para siempre. Siéntate, analiza, planifica y luego muévete hacia tu meta, ve por otro camino.El básquetbol fue muy importante para mí mientras crecía. Durante el verano los jugadores fueron a un campamento por un par de semanas para desarrollar sus habilidades y aprender otras nuevas. No pude ir al campamento por causa de otros compromisos. Sentí que había perdido la oportunidad y que eso iba a influir sobre mis posibilidades de ser primero. En lugar de llorar sobre la oportunidad perdida, desarrollé otro plan. Entrené dos veces al día durante el verano para cubrir mi ausencia en el campamento. ¡Mi estrategia resultó!¿Cuál es tu estrategia cuando la oportunidad se ha ido? Recuerda: habrá otra oportunidad si eres paciente. Busca otro camino a fin de alcanzar la misma meta. Las oportunidades de éxito en este mundo son tan grandes como es nuestra imaginación para soñarlas, pero no podemos verlas cuando estamos deprimidos con nosotros mismos y con el mundo.Los inventores fracasan muchas veces; sin embargo, se dan cuenta que cuanto más trabajan, cuanto más estudian y cuanto más de cerca miran, mayores son las posibilidades de tener éxito.

Extraído del libro: Prepara tu mañana de éxito
Editorial Peniel

Estraido del libro Piense y Hagase Rico de Napoleon Hill.
Los pensamientos son cosas

EL HOMBRE QUE «PENSÓ» EN LA MANERA DE ASOCIARSE CON THOMAS A. EDISON

Desde luego, «los pensamientos son cosas», co­sas muy poderosas cuando se combinan con la exac­titud del propósito, la perseverancia y un imperioso deseo de convertirlas en riqueza, o en otros objetos materiales.
Hace algunos años, Edwin C. Barnes descubrió lo cierto que es que los hombres realmente piensan y se hacen ricos. Su descubrimiento no surgió de pronto, sino que fue apareciendo poco a poco, em­pezando por un ferviente deseo de llegar a ser socio del gran Edison.
Una de las características principales del deseo de Barnes es que era preciso. Quería trabajar con Edison, no para él. Observe con detenimiento la descripción de cómo fue convirtiendo su deseo en reali­dad, y tendrá una mejor comprensión de los princi­pios que conducen a la riqueza.
Cuando apareció por primera vez en su mente, Barnes no estaba en posición de actuar según ese deseo, o impulso del pensamiento. Dos obstáculos se interponían en su camino. No conocía a Edison, y no tenía bastante dinero para pagarse el pasaje en tren hasta Orange, New jersey.
Estas dificultades hubieran bastado para desani­mar a la mayoría de los hombres en el intento de lle­var a cabo el deseo. ¡Pero el suyo no era un deseo ordinario!

EL INVENTOR Y EL VAGABUNDO
Barnes se presentó en el laboratorio de Edison, y anunció que había ido a hacer negocios con el inven­tor. Hablando de su primer encuentro con Barnes, Edison comentaba años más tarde: «Estaba de pie ante mí, con la apariencia de un vagabundo, pero ha­bía algo en su expresión que transmitía el efecto de que estaba decidido a conseguir lo que se había propuesto. Yo había aprendido, tras años de experiencia, que cuando un hombre desea algo tan imperiosamente que está dispuesto a apostar todo su futuro a una sola carta para conseguirlo, tiene asegurado el triunfo. Le di la oportunidad que me pedía, porque vi que él es­taba decidido a no ceder hasta obtener el éxito. Los hechos posteriores demostraron que no hubo error».
No podía haber sido el aspecto del joven lo que le proporcionara su comienzo en el despacho de Edi­son, ya que ello estaba definitivamente en su contra. Lo importante era lo que él pensaba.
Barnes no consiguió su asociación con Edison en su primera entrevista. Obtuvo la oportunidad de tra­bajar en el despacho de Edison, por un salario insig­nificante.
Transcurrieron los meses. En apariencia, nada ha­bía sucedido que se aproximase al codiciado objetivo que Barnes tenía en mente como su propósito inicial y preciso. Pero algo importante estaba sucediendo en los pensamientos de Barnes. Intensificaba constante­mente su deseo de convertirse en socio de Edison.
Los psicólogos han afirmado, con todo acierto, que «cuando uno está realmente preparado para algo, aparece». Barnes se hallaba listo para asociarse con Edison; además, estaba decidido a seguir así has­ta conseguir lo que buscaba.
No se decía a sí mismo: «Vaya, no hay manera. Supongo que acabaré por cambiar de idea y probaré un trabajo de vendedor». En vez de eso, se decía: «He venido aquí a asociarme con Edison, y eso es lo que haré aunque me lleve el resto de la vida». ¡Esta­ba convencido de ello! ¡Qué historia tan diferente contarían los hombres si adoptaran un propósito de­finido, y mantuvieran ese propósito hasta que el tiem­po lo convirtiese en una obsesión obstinada!
Quizás el joven Barnes no lo supiera en aquel entonces, pero su determinación inconmovible, su perseverancia en mantenerse firme en su único deseo, estaba destinada a acabar con todos los obstácu­los, y a darle la oportunidad que buscaba.

LOS INESPERADOS DISFRACES DE LA OPORTUNIDAD
Cuando la oportunidad surgió, apareció con una forma diferente y desde una dirección distinta de las que Barnes había esperado. Ése es uno de los capri­chos de la oportunidad. Tiene el curioso hábito de aparecer por la puerta de atrás, y a menudo viene disimulada con la forma del infortunio, o de la frus­tración temporal. Tal vez por eso hay tanta gente que no consigue reconocerla.
Edison acababa de perfeccionar un nuevo inven­to, conocido en aquella época como la Máquina de Dictar de Edison. Sus vendedores no mostraron en­tusiasmo por aquel aparato. No confiaban en que se pudiera vender sin grandes esfuerzos. Barnes vio su oportunidad, que había surgido discretamente, ocul­ta en un máquina estrambótica que no interesaba más que a Barnes y al inventor.
Barnes supo que podría vender la máquina de dictar de Edison. Se lo sugirió a éste, y, de inmedia­to, obtuvo su oportunidad. Vendió la máquina. En realidad, lo hizo con tanto éxito que Edison le dio un contrato para distribuirla y venderla por toda la nación. A partir de aquella asociación, Barnes se hizo rico, pero también consiguió algo mucho más importante: demostró que uno, realmente, puede «pensar y hacerse rico».
No tengo forma de saber cuánto dinero en efectivo reportó a Barnes su deseo. Tal vez fueran dos o tres millones de dólares, pero la cantidad, cualquiera que sea, se torna insignificante cuan­do se la compara con la posesión que adquirió en forma de conocimiento definido de que un impul­so intangible se puede transmutar en ganancias ma­teriales mediante la aplicación de principios cono­cidos.
¡Barnes literalmente se pensó en asociación con el gran Edison! Se pensó dueño de una fortuna. No tenía nada con qué empezar, excepto la capacidad de saber lo que deseaba, y la determinación de man­tenerse fiel a ese deseo hasta haberlo realizado.

A UN METRO DEL ORO
Una de las causas más comunes del fracaso es el hábito de abandonar cuando uno se ve presa de una frustración temporal. Todos son culpables de este error en un momento u otro.
Un tío de R. V. Darby fue presa de «la fiebre del oro» en los días en que era una fiebre endémica, y se fue al Oeste a cavar para hacerse rico. No sabía que se ha sacado más oro de los pensamientos de los hom­bres que de la tierra. Obtuvo una licencia y se fue a trabajar con el pico y la pala.
Después de varios meses de trabajo obtuvo la re­compensa de descubrir una veta de mineral brillante. Necesitaba maquinaria para extraer el mineral. Con discreción, cubrió la mina, volvió sobre sus pasos a su hogar en Williamsburg, Maryland, y les habló a sus parientes y a algunos vecinos del «hallazgo». To­dos reunieron el dinero necesario para la maquina­ria, y la enviaron a la mina. Darby y su tío volvieron a trabajar en ella.
Extrajeron el primer carro de mineral y lo envia­ron a un fundidor. ¡Las utilidades demostraron que poseían una de las minas más ricas de Colorado!
Con unos pocos carros más de mineral saldarían to­das las deudas. Entonces empezarían a ganar dinero en grande.
¡Hacia abajo fueron los taladros! ¡Muy alto lle­garon las esperanzas de Darby y de su tío! Entonces sucedió algo. ¡El filón de mineral brillante desapare­ció! Habían llegado al final del arco iris, y la olla de oro no estaba allí. Perforaron en un desesperado in­tento para volver a encontrar la veta, pero fue en vano.
Finalmente, decidieron abandonar.
Vendieron la maquinaria a un chatarrero por unos pocos centenares de dólares, y tomaron el tren de vuelta a casa. El chatarrero llamó a un ingeniero de minas para que mirara la mina e hiciera una pros­pección. El ingeniero le informó de que el proyecto había fracasado porque los dueños no estaban fami­liarizados con las «vetas falsas». Sus cálculos indica­ban que la veta reaparecería ¡a un metro de donde los Darby habían dejado de perforar! ¡Allí fue preci­samente donde fue encontrada!
El chatarrero extrajo millones de dólares en mi­neral de aquella mina porque supo buscar el aseso­ramiento de un experto antes de darse por vencido.

«NUNCA ME DETENDRÉ PORQUE ME DIGAN "NO"»
Mucho tiempo después, Darby se resarció sobra­damente de su pérdida, cuando descubrió que el de­seo se puede transmutar en oro. Eso le ocurrió des­pués de que ingresara en el negocio de la venta de seguros de vida.
Recordando que había perdido una inmensa for­tuna por haber dejado de perforar a un metro del oro, Darby aprovechó esa experiencia en el trabajo que había elegido, con el sencillo método de decirse a sí mismo: «Me detuve a un metro del oro, pero nunca me detendré porque me digan "no" cuando yo trate de venderles un seguro».
Darby se convirtió en uno de los pocos hombres que venden un millón de dólares anuales en segu­ros. Su tenacidad se la debía a la lección que había aprendido de su deserción en el negocio de la mina de oro.
Antes de que el éxito aparezca en la vida de cual­quier hombre, es seguro que éste se encontrará con muchas frustraciones temporales, y tal vez con algún fracaso. Cuando la frustración se adueña del hombre, lo más fácil y más lógico que puede hacer es abando­nar. Eso es lo que la mayoría de los hombres hace.
Más de quinientos de los hombres más próspe­ros que han conocido los Estados Unidos le han di­cho al autor que sus mayores éxitos surgieron un paso más allá del punto en que la frustración se ha­bía apoderado de ellos. El fracaso es un embustero con un mordaz sentido de la ironía y la malicia. Se deleita en hacernos tropezar cuando el éxito está casi a nuestro alcance.

UNA LECCIÓN DE PERSEVERANCIA DE CINCUENTA CENTAVOS
Poco después de que Darby se doctorase en la «Universidad de los Porrazos», y decidiera aprove­char su experiencia en el asunto de la mina de oro, tuvo la buena fortuna de estar presente en una oca­sión que le demostró que «No» está muy lejos de no. Una tarde ayudaba a su tío a moler trigo en un viejo molino. Éste dirigía una granja grande, donde vivían cierto número de granjeros arrendatarios de color. La puerta se abrió silenciosamente, y una niña, hija de uno de los arrendatarios, entró y se si­tuó junto a la puerta.
El tío levantó la vista, miró a la niña y gritó con aspereza:
-¿Qué quieres?
-Mi mamá dice que le mande cincuenta centa­vos -respondió, humilde, la niña.
-Ni hablar -replicó el tío-, y ahora vete a tu casa.
-Sí, señor -dijo la niña, pero no se movió.
El tío siguió con su trabajo, tan ocupado que no prestó atención a la niña y no se dio cuenta de que no se había marchado. Cuando volvió a levantar la mirada y la vio allí parada, gritó:
- ¡He dicho que te vayas a tu casa! Ahora, már­chate o te daré una paliza.
-Sí, señor -dijo la niña, pero siguió inmóvil.
El tío dejó un saco de grano que estaba por echar en la tolva del molino, cogió una duela de barril y empezó a acercarse a la niña con una expresión poco tranquilizadora.
Darby contuvo el aliento. Estaba seguro de ha­llarse a punto de presenciar una paliza. Sabía que su tío tenía un temperamento terrible.
Cuando su tío llegó donde estaba la niña, ella dio un rápido paso al frente, le miró a los ojos, y gri­tó con todas sus fuerzas:
- ¡Mi mamá necesita esos cincuenta centavos! El tío se detuvo, la miró unos instantes, y luego dejó lentamente la duela de barril a un lado, se me­tió la mano en el bolsillo, sacó medio dólar y se lo dio a la niña.
Ella cogió el dinero y se encaminó despacio ha­cia la puerta, sin quitar los ojos del hombre al que acababa de vencer. Después de que la niña se hubo marchado, el tío se sentó en una caja y permaneció mirando por la ventana durante más de diez minu­tos. Estaba reflexionando, sorprendido, sobre la de­rrota que acababa de sufrir.
Darby también se hallaba pensativo. Ésa era la primera vez en su vida que había visto a una criatura de color dominar a un blanco adulto. ¿Cómo lo había hecho? ¿Qué le había ocurrido a su tío para que perdiera su ferocidad y se volviera tan dócil como un cordero? ¿Qué extraño poder había empleado esa niña para hacerse dueña de la situación? Estas y otras preguntas similares destellaban en la mente de Darby, pero no halló las respuestas hasta muchos años después, cuando me relató la historia.
Curiosamente, el relato de esa inusual experien­cia la escuché en el viejo molino; el mismo sitio don­de su tío recibió esa lección.

EL EXTRAÑO PODER DE UNA NIÑA
En aquel viejo molino polvoriento, el señor Dar­by me relató la historia del extraño triunfo, y termi­nó preguntándome:
-¿Cómo entiende esto? ¿Qué extraño poder te­nía esa niña, para dominar por completo a mi tío? La respuesta a esa pregunta la encontrará en los principios que se describen en este libro. La res­puesta es categórica y completa. Contiene detalles e instrucciones suficientes para que cualquiera com­prenda y aplique la misma fuerza con la que ella se encontró de forma accidental.
Manténgase alerta, y observará el extraño poder que acudió en ayuda de la niña. Tendrá un atisbo de ese poder en el próximo capítulo. En alguna parte del libro encontrará una idea que aguzará sus pode­res receptivos, y pondrá a su alcance, para su propio beneficio, ese mismo poder irresistible. La comprensión de él puede aparecer ante usted en el primer capítulo, o tal vez surja en su conciencia más adelan­te. Puede presentarse en forma de una sola idea. O quizá la encuentre en la naturaleza de un plan, o en un propósito. Una vez más, puede hacerle volver so­bre sus pasadas experiencias de frustración o de fra­caso, para aportar alguna lección mediante la cual usted recupere todo lo que había perdido en su fra­caso.
Después de haberle explicado al señor Darby el poder que la niña de color había empleado quizá sin saberlo, él repasó en seguida sus treinta años de ex­periencia en la venta de seguros de vida, y estuvo francamente de acuerdo en que su éxito en ese cam­po se debía, en gran parte, a la lección que había aprendido de la pequeña.
El señor Darby señaló:
-Cada vez que un posible comprador trataba de deshacerse de mí, sin hacerse el seguro, yo visua­lizaba a la niña, parada en el viejo molino, con sus ojazos desafiantes, y me decía a mí mismo: «Tengo que conseguir esta venta». La mejor parte de las ventas que he hecho han sido a gente que me había dicho «No».
El señor Darby también recordó su error al ha­berse detenido a un metro escaso del oro.
-Pero esa experiencia fue una bendición encu­bierta. Me enseñó a seguir insistiendo sin que im­portasen las dificultades, y fue una lección que nece­sité aprender antes de poder tener éxito en cual­quier campo.
Esta historia del señor Darby y de su tío, de la niña y de la mina de oro, sin duda la leerán centena­res de hombres que se ganan la vida vendiendo se­guros de vida, y el autor desea ofrecer a todos ellos la sugerencia de que Darby le debe a esas dos expe­riencias su capacidad para vender más de un millón de dólares anuales en seguros de vida.
Las experiencias del señor Darby fueron bastan­te comunes y triviales, y, sin embargo, contienen la respuesta de su destino en la vida; por lo tanto fue ron tan importantes (para él) como su propia vida. Sacó provecho de ellas porque las analizó, y supo ver lo que le enseñaban. Pero ¿qué hay del hombre que no tiene el tiempo ni la inclinación para estudiar el fracaso en busca del conocimiento que pueda conducirlo al éxito? ¿Dónde y cómo va a aprender el arte de convertir los fallos en escalones hacia la oportunidad?
Para responder a esas preguntas se ha escrito este libro.

Encontrar excusas es un hábito profundamente arraigado. Los hábitos son difíciles de romper, sobre todo cuando ofrecen una justificación para algo que hemos hecho. Platón pensaba en esta verdad cuando afirmó: «La primera y mejor victoria es conquistar el yo. Ser conquistado por el yo es, de todas las cosas, la más vergonzosa y vil».
Otro filósofo pensaba en lo mismo cuando dijo: «Me llevé una gran sorpresa al descubrir que la ma­yor parte de la fealdad que veía en los demás no era más que un reflejo de mi propia naturaleza».
Elbert Hubbard dijo: «Siempre ha sido un mis­terio para mí saber por qué la gente se pasa tanto tiempo engañándose a sí misma, creando excusas para justificar sus debilidades. Si ese tiempo se utilizara de un modo diferente, bastaría para curar la debilidad, y entonces no necesitaríamos de ninguna excusa».
Antes de terminar, quisiera recordarle que «la vida es un tablero de ajedrez y el contrincante es el tiempo. Si vaciláis antes de mover, o descuidáis hacer el movimiento con prontitud, el tiempo os ven­cerá, hombres. Jugáis contra un contrincante que no tolera la indecisión».

Comentarios personales.
Espero que les gusten estos extractos de libros que les seleccione, que he tenido oportunidad de leer. Amigos hoy me llamaron para una entrevista de trabajo, será hasta el lunes, estaré de nervios, deseenme suerte. Les gusta ver programas de T.V.?, hay unos muy buenos en National Geographics, uno de ellos pasa los mièrcoles a las 9.00 pm, hora de México, se llama Secretos de la Historia, hay otros pero no recuerdo que día pasan exactamente en este momento, también les recomiendo las series que pasan en Universal, La ley y el Orden, y la Ley y el Orden Victimas Especiales, son muy buenas y muy bien hechas, son de mis favoritas

martes, 28 de agosto de 2007

El arte de la Felicidad, Crimen perfecto a los subtitulos en español

Tomado del libro El Arte de la Felicidad del Dalai Lama
El propósito de la vida

1 El derecho a la felicidad

«CREO QUE EL PROPÓSITO fundamental de nuestra vida es bus­car la felicidad. Tanto si se tienen creencias religiosas como si no, si se cree en tal o cual religión, todos buscamos algo mejor en la vida. Así pues, creo que el movimiento primordial de nuestra vida nos encamina en pos de la felicidad.»
Con estas palabras, pronunciadas ante numeroso público en Ari­zona, el Dalai Lama abordó el núcleo de su mensaje. Pero la afirma­ción de que el propósito de la vida es la felicidad me planteó una cuestión. Más tarde, cuando nos hallábamos a solas, le pregunté:
-¿Es usted feliz?
-Sí -me contestó y, tras una pausa, añadió-: .Sí..., definitiva­mente. Había sinceridad en su voz, de eso no cabía duda, una sinceridad que se reflejaba en su expresión y en sus ojos. -Pero ¿es la felicidad un objetivo razonable para la mayoría de nosotros? -pregunté-. ¿Es realmente posible alcanzarla? -Sí. Estoy convencido de que se puede alcanzar la felicidad me­diante el entrenamiento de la mente. Desde un nivel humano básico, he considerado la felicidad como un objetivo alcanzable, pero como psiquiatra me he sentido obligado por observaciones como la de Freud: «Uno se siente inclinado a pensar que la pretensión de que el hombre sea "feliz" no está incluida en el plan de la “Creación”. Este tipo de formación había lleva­do a muchos psiquiatras a la tremenda conclusión de que lo máximo que cabía esperar era la transformación de la desdicha histérica en la infelicidad común ». Desde ese punto de vista la afirmación de que existía un camino claramente definido que conducía a la felicidad parecía bastante radical. Al contemplar retrospectivamente mis años de formación psiquiátrica, apenas recordaba haber escuchado mencionar la palabra «felicidad», ni siquiera como objetivo terapéutico. Naturalmente, se habla mucho de aliviar los síntomas de depresión o ansiedad del paciente, de resolver los conflictos internos o los pro­blemas de relación, pero nunca con el objetivo expreso de alcanzar la felicidad. .
El concepto de felicidad siempre ha parecido estar mal definido en Occidente, siempre ha sido elusivo e inasible. «Feliz», en inglés, deri­va de la palabra Islandesa happ, que significa suerte o azar. Al parecer, este punto de vista sobre la naturaleza misteriosa de la felicidad está muy extendido., En los momentos de alegría que trae la vida, la felici­dad parece llovida del cielo. Para mi mente occidental, no se trataba de algo que se pueda desarrollar y mantener dedicándose simple­mente a «formar la mente».
Al plantear esta objeción, el Dalai Lama se apresuró a explicar: -Al decir «entrenamiento de la mente» en este contexto no me estoy refiriendo a la «mente» simplemente como una capacidad cog­nitiva o Intelecto. Utilizo el término más bien en el sentido de la pala­bra tibetana Sem, que tiene un significado mucho más amplio más cercano al de «psique» o «espíritu», y que Incluye intelecto y sentimiento, corazón y cerebro. Al imponer una cierta disciplina interna podemos experimentar una transformación de nuestra actitud de toda nuestra perspectiva y nuestro enfoque de la vida.
»Hablar de esta disciplina interna supone señalar muchos factores y quizá también tengamos que referirnos a muchos métodos. Pero, en términos generales, uno empieza por identificar aquellos factores que conducen a la felicidad y los que conducen al sufrimiento. Una vez hecho eso, es necesario eliminar gradualmente los factores que lle­van al sufrimiento mediante el cultivo de los que llevan a la felicidad. Ése es el camino.

El Dalai Lama afirma haber alcanzado un cierto grado de felicidad personal. Durante la semana que pasó en Arizona observé que la felicidad personal se manifiesta en él como una sencilla voluntad de abrirse a los demás, de crear un clima de afinidad y buena voluntad, incluso en los encuentros de breve duración.
Una mañana, después de pronunciar una conferencia, el Dalai Lama caminaba por un patio exterior, de regreso a su habitación del hotel, acompañado por su séquito habitual. Al ver a una de las cama­reras ante los ascensores, se detuvo y le preguntó:
-¿De dónde es usted?
Por un momento, la mujer pareció desconcertada ante ese extran­jero cubierto por una túnica marrón, y extrañada ante la deferencia que le demostraba su séquito.
-De México -contestó tímidamente con una sonrisa.
Él habló brevemente con ella y luego continuó su camino, dejan­do a la mujer con una expresión de entusiasmo y satisfacción en el rostro. A la mañana siguiente, a la misma hora, estaba en el mismo lugar, acompañada por otra camarera. Las dos saludaron cálidamen­te al Dalai Lama cuando entró en el ascensor. La interacción fue bre­ve, pero las dos mujeres parecieron sonrojarse de felicidad. En los días que siguieron, en el mismo lugar y a la misma hora, se veía allí a miembros del personal, hasta que, al final de la semana, había doce­nas de camareras, con sus almidonados uniformes grises y blancos, formando una fila que se extendía a lo largo del camino que condu­cía a los ascensores.
Nuestros días están contados. En este momento, muchos miles de seres nacen en el mundo, algunos destinados a vivir sólo unos pocos días o semanas, para luego sucumbir a la enfermedad o cualquier otra desgracia. Otros están destinados a vivir hasta un siglo, incluso más, y a experimentar todo lo que la vida nos puede ofrecer: triunfo, desesperación, alegría, odio y amor. Pero tanto si vivimos un día como un siglo, sigue en vigor la pregunta cardinal: ¿cuál es el propósito de nuestra vida?
«El propósito de nuestra existencia es buscar la felicidad.» Esta afirmación parece dictada por el sentido común, y muchos pensado­res occidentales han estado de acuerdo con ella, desde Aristóteles hasta William James. Pero ¿acaso una vida basada en la búsqueda de la felicidad personal no es, por naturaleza, egoísta e incluso poco juiciosa? No necesariamente. De hecho, muchas investigaciones han de­mostrado que son las personas desdichadas las que tienden a estar más centradas en sí mismas; son a menudo retraídas, melancólicas e inclu­so propensas a la enemistad. Las personas felices, por el contrario, son generalmente más sociables, flexibles y creativas, más capaces de to­lerar las frustraciones cotidianas y, lo que es más importante, son más cariñosas y compasivas que las personas desdichadas.
Los investigadores han realizado algunos experimentos interesan­tes que demuestran que las personas felices poseen una voluntad de acercamiento y ayuda con respecto a los demás. Han podido, por ejem­plo, inducir un estado de ánimo alegre en un individuo organizando una situación por la que éste encontraba dinero en una cabina telefó­nica. Uno de los experimentadores, totalmente desconocido para el sujeto, pasaba aliado de él y simulaba un pequeño accidente dejando caer los periódicos que llevaba. Los investigadores deseaban saber si el sujeto se detendría para ayudar al extraño. En otra situación, se ele­vaba el estado de ánimo de los sujetos mediante la audición de una comedia musical y luego se les acercaba alguien para pedirles dinero. Los investigadores descubrieron que las personas que se sentían feli­ces eran más amables, en contraste con un «grupo de control» de individuos a los que se les presentaba la misma oportunidad de ayudar pero cuyo estado de ánimo no había sido estimulado.Aunque esta clase de experimentos contradicen la noción de que la búsqueda y el alcance de la felicidad personal conducen al egoísmo y al ensimismamiento, todos podemos llevar a cabo un experimento de esta índole con resultados similares. Supongamos, por ejemplo, que nos encontramos en un atasco de tráfico. Después de veinte minutos de espera, los vehículos empiezan a moverse con lentitud. Vemos en­tonces a otro coche que nos hace señales para que le permitamos en­trar en nuestro carril y situarse delante de nosotros. Si nos sentimos de buen humor, lo más probable es que frenemos y le cedamos el paso. Pero si nos sentimos irritados, nuestra respuesta consiste en acelerar y ocupar rápidamente el hueco. « Yo llevo tanta prisa como los demás.» Empezamos, pues, con la premisa básica de que el propósito de nuestra vida consiste en buscar la felicidad. Es una visión de ella como un objetivo real, hacia cuya consecución podemos dar pasos positi­vos. Al empezar a identificar los factores que conducen a una vida más feliz, aprenderemos que la búsqueda de la felicidad produce be­neficios, no sólo para el individuo, sino también para la familia de éste y para el conjunto de la sociedad.

Superar los
obstáculos

11 Encontrar significado en el sufrimiento

VÍCTOR FRANKL, un psiquiatra judío detenido por los nazis duran­te la Segunda Guerra Mundial, dijo en cierta ocasión: «El hom­bre está dispuesto y preparado para soportar cualquier sufrimiento siempre y cuando pueda encontrarle un significado». Frankl utilizó su brutal e inhumana experiencia en los campos de concentración para tratar de comprender cómo pudieron sobrevivir algunos a tantas atro­cidades, y determinó que la supervivencia no se apoyaba en la juven­tud o en la fortaleza física, sino en la fortaleza derivada de hallar un significado a esa experiencia.
Descubrir el significado del sufrimiento constituye una poderosa ayuda para afrontar las situaciones, incluso las más difíciles. Pero no resulta tarea fácil encontrar significado en nuestro sufrimiento. A me­nudo, el sufrimiento parece fortuito, sin significado. Y, aunque nos encontramos en medio de nuestro dolor y sufrimiento, toda nuestra energía se centra en alejamos del mismo. Durante los períodos de cri­sis aguda parece imposible reflexionar sobre cualquier significado que pueda esconder nuestro sufrimiento. A menudo, lo único que pode­mos hacer es soportarlo. Y es natural considerarlo una injusticia y preguntarnos: «¿Por qué a mí?». Afortunadamente, sin embargo, en los momentos de alivio o en los períodos posteriores a experiencias de sufrimiento agudo, podemos reflexionar sobre él y buscar su signifi­cado. El tiempo y el esfuerzo dedicados a buscar significado al sufri­miento aportará muchos beneficios cuando ocurran las desgracias. Pero para ello tenemos que iniciar nuestra búsqueda cuando las cosas nos van bien. Un árbol con raíces fuertes puede resistir la tormenta más violenta, pero no puede desarrollar sus raíces cuando la tormen­ta aparece ya en el horizonte.
Así pues, ¿por dónde empezar nuestra búsqueda del significado del sufrimiento? Para muchas personas, esa búsqueda se inicia con su fe religiosa. Aunque las religiones difieren sobre el significado que dan al sufrimiento, todas ofrecen estrategias para responder a él, basadas en sus creencias fundamentales. Para el budismo y el hin­duismo, por ejemplo, es el resultado de nuestras acciones negativas y se le considera un catalizador para la búsqueda de la liberación es­piritual.
En la tradición judeocristiana, el universo fue creado por un Dios bueno y justo y aunque su plan sea misterioso e indescifrable a veces, nuestra fe y confianza en sus designios nos permiten tolerar más fá­cilmente nuestro sufrimiento, confiar, como dice el Talmud, en que «todo lo que hace Dios, lo hace para bien». La vida seguirá siendo sin duda dolorosa, pero como el dolor que experimenta la mujer al dar a luz, confiamos en que será superado por el bien que trae. El reto en estas confesiones religiosas estriba en que, con frecuencia, no se nos revela el bien último. No obstante, aquellos que tienen una fe firme se ven apoyados por la convicción de que en el sufrimiento se expresa un propósito divino, como aconseja un sabio hasídico: «Cuan­do un hombre sufre, no debería decir: "¡Esto es muy malo!", ya que nada de lo que Dios le impone al hombre es malo. Pero es correcto exclamar: "j Esto es amargo!", pues entre las medicinas hay algunas que están hechas con hierbas amargas». Así pues, desde una perspec­tiva judeocristiana, el sufrimiento puede servir para muchos propósi­tos: ponernos a prueba y fortalecer nuestra fe, acercarnos íntimamente a Dios debilitar los lazos con el mundo material e inducirnos a acudir a Dios como nuestro refugio.
Aunque la fe puede ofrecer una valiosa ayuda para encontrar sig­nificado, aquellos que no poseen creencias religiosas también pueden encontrado en su sufrimiento después de una cuidadosa reflexión. A pesar del universal rechazo del sufrimiento, caben pocas dudas de que fortalece y ahonda la comprensión de la vida. En cierta ocasión, el doctor Martin Luther King, Jr., dijo: «Aquello que no me destruye, me hace más fuerte». Y aunque es natural encogerse ante el sufrimiento, éste puede contribuir a sacar lo mejor de nosotros. En El tercer hom­bre, de Graham Greene, se lee: «Los treinta años bajo los Borgia tra­jeron a Italia guerras, terror, asesinatos, pero también a Miguel Ángel, a Leonardo da Vinci, el Renacimiento. Suiza, donde predominaba el amor fraternal, ¿qué ha producido durante quinientos años de demo­cracia y paz? El reloj de cuco».
Aunque el sufrimiento sirva a veces para endurecernos, para for­talecernos, en otras ocasiones llega a ser valioso por lo contrario, por ablandarnos haciéndonos más sensibles. La vulnerabilidad que experimentamos en nuestro sufrimiento suele producir una apertura y profundiza nuestra conexión con los demás. El poeta William Word­sworth exclamó: «Una profunda angustia ha humanizado mi alma». Al ilustrar este efecto humanizador del sufrimiento, se me ocurre pen­sar en Robert, un conocido mío. Era presidente ejecutivo de una gran empresa de mucho éxito. Varios años antes había sufrido un grave re­vés financiero que le provocó una profunda depresión. Nos conoci­mos cuando se encontraba sumido en lo más profundo de ella. Siem­pre había considerado a Robert un modelo de confianza en sí mismo y de entusiasmo, y me alarmé al vedo tan abatido. Con una intensa angustia en la voz, Robert me dijo:
-Esto es lo peor que he experimentado en toda mi vida. No pue­do sacármelo de encima. No sabía que fuera posible sentirse tan abru­mado, desesperanzado e impotente.
Después de conversar un rato sobre sus dificultades, le aconsejé que acudiera a un colega para tratar la depresión. Varias semanas más tarde me encontré con Karen, la esposa de Robert, y le pregunté cómo estaba su marido. -Ha mejorado mucho. El psiquiatra que le recomendaste le rece­tó una medicación antidepresiva que ha ayudado mucho. Claro que todavía tardaremos un tiempo en solucionar todos los problemas con el negocio pero ahora se siente mejor y creo que todo marchará bien...
-Me alegro.
Karen vaciló un momento antes de confiarme algo.
-¿Sabes? Me apenaba mucho verlo tan deprimido. Pero, en cier­to modo, creo que eso ha sido una bendición. Una noche, empezó a llorar desconsoladamente. Era incapaz de detenerse. Lo tuve entre mis brazos durante horas, mientras él lloraba, hasta que finalmente se quedó dormido. En veintitrés años de matrimonio fue la primera vez que sucedió algo semejante... si quieres que te sea honrada, nunca me había sentido tan cerca de él en toda mi vida de casada. Ahora, las co­sas son de algún modo diferentes. Como si algo se hubiera roto y abierto... y ese sentimiento de proximidad sigue estando ahí. El hecho de que compartiera su dolor, cambió nuestra relación, nos acercó.
El Dalai Lama ha hablado sobre la utilización del sufrimiento en el camino budista.
-En la práctica budista se puede utilizar el sufrimiento personal para intensificar la compasión, como una oportunidad para el Tong-­len. Se trata de una práctica Mahayana en la que se asume mental­mente el dolor y el sufrimiento de otro, ofreciéndole todos tus recur­sos, buena salud, fortuna, etcétera. Más adelante daré instrucciones detalladas sobre esta práctica, fundada en este pensamiento: «Que mi sufrimiento sea un sustituto del sufrimiento de otros seres. Que este su­frimiento pueda salvar a todos los seres que experimentan un dolor si­milar». De ese modo, se utiliza el sufrimiento como una oportunidad para asumir el sufrimiento de los otros.
»Aquí debería señalar una cosa. Si, por ejemplo, caigo enfermo y empleo esta técnica, pensando: "Que mi enfermedad libere a otros de una enfermedad similar", y me visualizo aceptando el sufrimiento aje­no y transmitiendo buena salud, no pretendo decir con ello que haya de olvidarme de mi propia salud. Al pensar en la enfermedad, lo primero que hay que hacer es tomar medidas para no sufrir a causa de ella. Luego, si a pesar de todo) se cae enfermo, es importante no pasar por alto la necesidad de tomar los medicamentos apropiados.
»No obstante, una vez que se ha enfermado, prácticas como la del Tong-len suponen una diferencia significativa en la actitud con que se afronta la situación. En lugar de lamentarse, de sentir pena por uno mismo y de verse abrumado por la ansiedad y la preocupación, pue­de uno salvarse del sufrimiento mental adicional al adoptar la actitud correcta. Practicar la meditación Tong-len, o «dar y recibir», quizá no consiga aliviar el dolor físico o conducir a una cura en términos físicos, pero nos protege de un dolor psicológico innecesario. Se pue­de pensar: "Que al experimentar este sufrimiento pueda salvar a otros que pasen por la misma experiencia"; entonces el propio sufri­miento adquiere un nuevo significado, al ser utilizado como el fun­damento de una práctica religiosa o espiritual. Además es posible lle­gar a ver la situación como un privilegio, como una oportunidad de enriquecimiento.
-Ha dicho que el sufrimiento puede utilizarse en la práctica del Tong-len. Antes ha señalado que la contemplación de la naturaleza del sufrimiento puede ser muy útil para no abrumamos cuando lo padezcamos, en el sentido de desarrollar una mayor aceptación del sufrimiento como inherente a la vida...
-Ciertamente.
-¿Hay otras formas de ver nuestro sufrimiento como algo signi­ficativo, o al menos con un valor práctico?
-Sí, desde luego -contestó-. Creo que antes subrayé que en el camino budista reflexionar sobre el sufrimiento tiene una tremenda importancia porque al aprehender su naturaleza desarrollamos una mayor resolución de eliminar tanto las causas que lo producen como los actos insanos que conducen al mismo. Eso aumentará a su vez el entusiasmo por las acciones sanas que conducen a la felicidad y la alegría,
-¿ y ve algún beneficio en que los no budista s reflexionen sobre el sufrimiento?
-Sí, creo que puede tener valor práctico en algunas situaciones. Por ejemplo, reflexionar sobre el sufrimiento contribuye a reducir la arrogancia. Claro que eso quizá no se perciba como un beneficio -señaló echándose a reír- por alguien que no considere la arrogan­cia o el orgullo como un defecto.
Tras un momento de silencio, el Dalai Lama añadió:
-En cualquier caso, creo que hay un aspecto de nuestra experiencia del sufrimiento que es de vital importancia: nos ayuda a desarrollar empatía, lo que nos permite acercamos a los sentimientos y el sufri­miento de los demás, aumenta nuestra capacidad para la compasión, y nos ayuda por tanto a conectar con los demás. En ese sentido, se puede considerar que tiene un valor. Así pues -concluyó-, es pro­bable que cambiemos de actitud y nuestro sufrimiento ya no nos pa­rezca tan terrible.

Comentarios personales:
Ayer recibi mi primera felicitación por mi blog , en particular por El Secreto, La ley de la Atracción, muchas gracias Carolus, fue una grata sorpresa encontrar tu mensaje en mi correo. Ya empece a leer el extracto que me mandaste El Gran Juego, de lo que ya leí es muy interesante. Hoy es Dia del Anciano, mi madre tiene 81 años, nadie se lo cree, piensan que tiene como 70 años, es un ejemplo de ganas de vivir, con bastante buena salud tanto física como mental, a su edad se desplaza sola a los centros comerciales, al mercado, cocina, lava y plancha, lee los periodicos de pe a pa, así que le compre una preciosa rosa de un color rosa tenue, es realmente linda, para homenajearla en este día, Felicidades a todos los de la tercera edad!

Por ùltimo les recomiendo otra película Crimen Perfecto con Antony Hopkins. En México las películas como la Ley y el Orden, La ley y el Orden Unidad de Victimas Especiales, que salieron a partir de este mes no traen subtítulos al español, que horror, solo hay para escoger idioma ingles o hablada en español, yo siempre he preferido oir el idioma original de las series, las de importación o las copias piratas de las de importación si los traen, como puede ser que las de importación traigan subtítulos en español y las nacionales no?, prefiero entonces las de importación si mi economía lo permite sino una copia pirata, como ven amigos? En lo personal me parece un retroceso. Buen día!