miércoles, 19 de diciembre de 2007

Luz en la obscuridad

NAVIDAD EN TU INTERIOR

Navidad significa nacimiento, y el símbolo de la Navidad es una estrella, una luz en la oscuridad que sirvió de guía para encontrar al Salvador. No veamos más esta estrella fuera de nosotros, sino brillando en nuestro cielo interno y aceptémosla como símbolo de que ha llegado el tiempo del Cristo; el tiempo de reconocer nuestra verdadera identidad.Dentro de cada uno de nosotros existe un Salvador que conoce nuestra totalidad, nuestra esencia. Es una sabiduría innata que, si la utilizamos como una guía, nos conducirá siempre a experiencias de paz, armonía y amor. Es algo muy especial que está en todos y es para todos. Si no sacamos el mayor provecho de ella es sólo porque no la podemos entender y mucho menos aceptar.Esta esencia en nosotros es la que conoce nuestra totalidad o nuestra santidad. Pero como un amigo fiel, no llegará a donde no se ha le ha invitado. Por lo tanto, vamos a comenzar nuestras fiestas navideñas abriéndole la puerta a este invitado tan especial. No temamos abrirle la puerta y recibámosle sin expectativas. Él sabrá orientarnos, sin equivocarse y nos traerá regalos que no podremos encontrar en ningún lugar del mundo.

Tan pronto recibamos ese invitado tan especial, estaremos listos para preparar la gran fiesta. Pero, ¿cómo va a ser esta fiesta de Navidad? Nuestro amigo no pide nada. No exige sacrificios de ningún tipo. Por lo tanto, en esta Navidad, cerremos las puertas a todo sacrificio estéril, a la culpa, al miedo a la escasez y demos paso a lo único que tiene sentido en nuestras vidas, a ese regalo del cual derivan su existencia todas las cosas: el amor.Para muchas personas, las estampas de la Navidad traen sentimientos de gozo y alegría. Para otras, esta época puede ser difícil, solitaria, aumentando los sentimientos de culpa y depresión. Continuamente leemos artículos sobre cómo disfrutar las fiestas, sin embargo muchos no podemos imaginar cómo salir de ese estado de inmensa soledad en que algunos nos sumergimos. A veces podemos sentirnos atrapados entre lo que queremos hacer y lo que debemos hacer. Nos sentimos culpables porque deseamos quedarnos en casa en vez de salir a visitar familiares por compromiso.También podemos sentirnos perdidos porque no tenemos la familia que quisiéramos tener. Muchos de nosotros, año tras año esperamos que la mágica Navidad nos regale una persona que pueda llenar el vacío del solitario corazón, causando honda desesperación cuando no sucede. Recuerda que no estás solo, que hay muchas personas compartiendo tus mismos sentimientos.

Ideas que pueden ser de gran ayuda para sentirte mejor contigo mismo durante la Navidad:

Acepta tus sentimientos sin juzgarlos como buenos o malos. Trabaja con ellos tratando de reafirmarte en el pensamiento más alto, el de Dios, en vez del dolor.
Busca disfrutar del amor que está disponible, aunque no sea exactamente lo que quieras. Si hay alguien a quien puedas extenderle tu amor, hazlo, verás como lo recibirás multiplicado.
No te conviertas en el mártir. Si la pasada Navidad no fue la mejor, según tu criterio, recuerda lo que aprendiste para no cometer los mismos errores. Aprende de ellos, levántate y sigue adelante. Recuerda que la alegría atrae la alegría y el dolor atrae dolor. Busca siempre atraer lo mejor.
En esta Navidad, deja que tu Ser se sane por completo del dolor y el sufrimiento y celebra tu liberación de las falsas cadenas que te han mantenido alejado del disfrute pleno de la felicidad.
El Príncipe de Paz ha nacido para restablecer la condición de amor que no puede separarnos del Padre. Ha venido para enseñarnos que el mejor regalo que podemos hacer en esta Navidad es reconocer que todos somos hijos de un mismo Padre y que no puede haber separación entre sus hijos.
No permitamos que el rencor opaque el gozo de la Navidad, porque el nacimiento de Jesús no tendría sentido si lo apartamos de este gozo. Unámonos a celebrar un nuevo despertar en nuestras conciencias. Tengamos fe, construyamos un mundo de esperanzas.
Perdona, porque el perdón libera el alma y un alma libre puede elevar sus alas hacia horizontes no explorados.

Autor Desconocido

Remedios para cuerpo y alma
Gaby Vargas
“Toma dos cucharadas de miel de abeja, después haz gárgaras con jugo de limón y sal”, me decía mi abuela como receta para aliviar un dolor de garganta.Cómo olvidar las cataplasmas de barro caliente sobre papel periódico que mi suegra me recomendaba aplicarles en el pecho a mis hijos para quitarles la tos. O bien, la infusión de manzanilla que mi mamá me daba de niña siempre que me dolía el estómago. En toda casa mexicana siempre hay alguien que nos receta algo de este tipo para curar males, que van desde la caída del pelo, los intentos para adelgazar, para combatir la presión alta o lo que se ofrezca. Todos estos remedios naturales forman parte de nuestras raíces. Es por eso que visitar el pasillo de las hierbas y remedios de un mercado mexicano verdaderamente es un gozo y una experiencia perteneciente al más puro realismo mágico. Uno encuentra aceites, ungüentos, menjurjes, aromas y flores para todo: para alejar los mosquitos, para la impotencia, para bajar el colesterol, hierbas afrodisíacas, para retardar la vejez, para el valor, para el susto, para subir las defensas y mil cosas más. Por todas estas razones celebro la publicación de un libro maravilloso realizado por Paola González y diseñado por Adriana Sánchez Mejorada que lleva por nombre el título de esta entrega. Hojear sus páginas es una verdadera delicia. Inicia con un prólogo de Laura Esquivel, que no me canso de releer por su belleza: “Me imagino que las primeras abuelas que descubrieron los efectos sanadores de alguna planta desearon con toda su alma, como buenas hijas de la madre tierra, que al morir, su cuerpo se convirtiera en abono, en raíz, en alimento que diera alivio a las nuevas generaciones. Ser planta de coachalate, de tlalchichinole, de tepezcohuite; diluirse en agua caliente y viajar por todo el cuerpo de sus nietos y los nietos de sus nietos, apapachando, sanando, aliviando, reconfortando cada una de sus células, viajando en la corriente sanguínea con el mensaje de que las madres primigenias siempre están ahí, en nosotros, con nosotros, cuidando de nosotros”. Ignoraba, por ejemplo, que los aztecas, en 1552, ya clasificaban la flora, los minerales, las plantas, y que tenían un códice, conocido como “Códice Badiano” —por el fraile Juan Badiano, quien lo tradujo del náhuatl al español— y que representa una verdadera joya. El original de este códice pertenecía a la biblioteca del Vaticano y el papa Juan Pablo II nos lo regresó como obsequio a la nación. Es increíble leer que ya contaban con curas para el glaucoma, la gota, el dolor de garganta y muchos padecimientos más. Toda esta información está acompañada por las maravillosas fotografías de Nacho Urquiza, nuestro orgullo mexicano, así como por refranes populares y anécdotas históricas que ejemplifican cómo se utilizó cada remedio. Me da gusto que se reivindique, a través de este pequeño homenaje, a nuestros curanderos. Como suele suceder, ellos son más reconocidos, apoyados y valorados por los extranjeros, como los académicos de la Universidad de Stanford o la de Navarra —que continuamente los invitan a exponer sus conocimientos—, que por nosotros. Es sorprendente saber que en México el número de curanderos supera por más del doble a los médicos de bata blanca; sin embargo, cuentan con muy poco apoyo y rara vez han recibido ayuda de alguna institución. Su vocación de ayuda y la fe en su misión de vida es lo que los motiva a continuar y a sobrevivir en su oficio. En fin, que te recomiendo mucho este libro. Te servirá como guía para continuar haciendo uso de nuestros remedios naturales y una buena opción para regalar esta Navidad. Me encantará conocer tu opinión: