martes, 29 de abril de 2008

Cuentos de Paulo Coelho

Párrafos tomados del libro de Cuentos de Paulo Coelho

Relatos sobre el arte de Enseñar (Parte 1)
Confucio habla de los maestros y profesores
Poco se conoce sobre la vida del filósofo chino Confucio: se cree que vivió entre
551-479 A.C. De sus obras conocidas, algunas son atribuidas directamente a él,
otras fueron compiladas por sus discípulos. En uno de estos textos,
"Conversaciones familiares", existe un interesante diálogo respecto al aprendizaje:
Confucio se sentó para descansar, y pronto los alumnos empezaron a hacerle
preguntas. Aquel día el Maestro estaba bien dispuesto, y decidió responder.
-Usted consigue explicar muy bien todo lo que siente. ¿Por qué no va hasta el
Emperador y habla con él?
-El Emperador también hace bellos discursos -dijo Confucio. -Y los bellos
discursos son apenas una cuestión de técnica; ellos no traen consigo la Virtud.
-Entonces, envíele su libro de poemas.
-Los trescientos poemas allí escritos pueden ser resumidos en una sola frase:
"piensa correctamente". Este es el secreto.
-¿Qué es pensar correctamente?
-Es saber usar la mente y el corazón, la disciplina y la emoción. Cuando se desea
una cosa, la vida nos guiará hacia ella, mas por caminos inesperados. Muchas
veces nos dejamos confundir porque estos caminos nos sorprenden, y entonces
creemos que estamos yendo en la dirección equivocada. Por eso yo dije: déjate
llevar por la emoción, pero mantén la disciplina de seguir adelante.
-¿Y usted hace eso?
-A los quince años, comencé a aprender. A los treinta, pasé a tener la certeza de
lo que deseaba. A los cuarenta, las dudas retornaron. A los cincuenta años,
descubrí que el Cielo tiene un proyecto para mí y para cada hombre sobre la faz
de la Tierra. A los sesenta, comprendí este proyecto y encontré la tranquilidad
para seguirlo. Ahora, a los setenta años, puedo escuchar mi corazón sin que él me
haga salir del camino.
Entonces, ¿qué es lo que le hace diferente de los otros hombres que también
aceptan la voluntad del Cielo?
-Yo procuro dividirla con vosotros. Y quien consigue discutir una verdad antigua
con una generación nueva debe usar su capacidad de enseñar. Esta es mi única
cualidad: ser un buen profesor.

-¿Qué es un buen profesor?
-El que examina todo lo que enseña. Las ideas antiguas no pueden esclavizar al
hombre porque ellas se adaptan y adquieren nuevas formas. Entonces, tomemos
la riqueza filosófica del pasado sin olvidar los desafíos que el mundo presente nos
propone.
-¿Qué es un buen alumno?
-Aquel que escucha lo que yo le digo, pero adapta mis enseñanzas a su vida y
nunca las sigue al pié de la letra. Aquel que no busca un empleo, sino un trabajo
que lo dignifica. Aquel que no busca ser notado, sino hacer algo notable.
Traducido por Montserrat Mira.

de Semillas de Vida

LECCIONES DE AMOR
En mi primer día de labores como profesor adjunto de pedagogía en la Universidad, entré en el aula sintiéndome preso de una terrible angustia. Un frío silencio fue la respuesta de la clase atestada, a mi tímida sonrisa y breve saludo. Revisé un momento mis anotaciones y di inicio, balbuciente, a mi disertación.
Nadie parecía hacerme el menor caso. En ese momento advertí la presencia, en la quinta fila, de una joven de porte tranquilo, vestida de blanco, de piel bronceada, ojos vivaces color castaño y cabellera dorada. Su animado semblante y sonrisa cordial me alentaron a seguir adelante. Atenta a mi exposición, ella asentía con la cabeza o con un "sí", y tomaba notas. Proyectaba la reconfortante sensación de interés cuando yo trataba de transmitir de manera tan insegura. Empecé a dirigirme a ella, y recobré la confianza y el entusiasmo.
Minutos después, me atreví a pasar la mirada por toda el aula. Los demás estudiantes habían empezado a atender y tomaban notas. Aquella extraordinaria muchacha me había sacado del aprieto. Al terminar la lección revisé la lista en busca de su nombre: se llamaba Laura. En las siguientes semanas leí sus trabajos. Redactaba con creatividad, sensibilidad y fino sentido del humor. Yo había pedido a mis discípulos que pasaran a verme a mi oficina durante el semestre escolar, y aguardaba con especial interés a Laura. Deseaba decirle cómo me había salvado aquel día y alentarla a que desarrollara sus cualidades de persona considerada y perspicaz. Pero jamás se presentó.
Unas cinco semanas después de iniciado el semestre, se ausentó durante dos semanas. Pregunté la causa de su ausencia a los estudiantes que se sentaban cerca de ella y me sorprendió enterarme que ni siquiera sabían su nombre. Recordé la aguda observación de Albert Schweitzer: "Estamos todos tan juntos, y sin embargo, todos estamos muriendo de soledad...".
Fui a ver a la directora administrativa de la sección de mujeres. En cuanto mencioné el nombre de Laura, la dama se sobresaltó y exclamó: "Oh, lo siento mucho; supuse que usted estaba enterado..." Laura se había suicidado.

Laura tenía apenas veintidós años. El don divino de su individualidad se había perdido para siempre. Llamé por teléfono a sus padres. La ternura con que su madre se refirió a ella me indicó que la habían amado, pero era obvio para mí que ella no se había sentido amada.
¿Qué estamos haciendo?, pregunté a un colega. Nos ocupamos demasiado en enseñar cosas. ¿De qué sirvió haber enseñado a Laura a leer, escribir, hacer cuentas, si jamás le inculcamos lo que realmente necesitaba aprender?: No le enseñamos a vivir jubilosamente, a justipreciarse, y a tener conciencia de su propia dignidad.
Quise ayudar a quienes necesitan sentirse amados. Daría un curso acerca del amor. Me pasé varios meses buscando en libros algo que pudiera servirme, pero fue poco lo que hallé. Casi todos los textos trataban el tema con un enfoque sexual o romántico. Era escaso lo que había sobre el amor en general. Sin embargo, consideré que si yo actuaba como facilitador, mis discípulos y yo podríamos enseñarnos mutuamente a aprender juntos. Llamé al curso "Lecciones de Amor".

Propuse a mis alumnos que se puede aprender a amar en cualquier momento de la vida, si estamos dispuestos a dedicarle el tiempo, la energía y la práctica necesarios. Pocos faltaban a una sola sesión de lecciones de Amor. Los participantes tenían que apretarse unos junto a otros a medida que llevaban consigo a sus padres, hermanos, amigos, cónyuges e incluso abuelos. Una de las primeras cosas que intenté aclarar fue la importancia del contacto físico: "cuántos de nosotros hemos abrazado fuertemente en la última semana a alguien que no fuera el novio, la novia o a su cónyuge?". Pocos levantaban la mano. Una estudiante afirmó: "siempre temo que se interpreten mal mis intenciones". La risa nerviosa que cundió me reveló que muchos compartían éste punto de vista.

Me siento afortunado de haber crecido en el seno de una familia en que nos abrazábamos mucho. Yo asocio los abrazos con un genero de amor más universal. Pero si tú temes que te interpreten mal, comunícale tus sentimientos a quien estás abrazando. Para aquellos que realmente se sientan molestos si los abrazan, bastará un fuerte apretón de ambas manos para satisfacer su necesidad de caricias.

Iniciamos la costumbre de abrazarnos unos a otros al final de cada sesión. Con el tiempo, los abrazos se convirtieron en forma habitual de saludo en la universidad, entre los alumnos de mi curso. Jamás concluíamos una sesión sin un plan para compartir amor.

Cierta ocasión, decidimos expresar gratitud a nuestros padres, lo cual suscitó reacciones memorables: Para uno de los estudiantes, excelente jugador del equipo de fútbol de la universidad, la tarea resultó en especial incómoda. Sentía un gran amor, pero era incapaz de expresarlo. Tuvo que armarse de gran valor y determinación para ir a la sala de su hogar, hacer que su padre se pusiera de pie y darle un fuerte abrazo. Le dijo: - Te quiero, papá - y lo besó. Al hombre se le llenaron los ojos de lágrimas y musitó: Lo sé, hijo. Yo también te quiero.

Un secreto del amor radica en percatarse que uno mismo es un ser especial; que no hay en todo el mundo una persona igual a otra. Si tuviera una varita mágica y pudiera pedirle la realización de un deseo, tocaría a todo el mundo con ella y haría que cada persona dijera con convicción: "En éste instante me agrada como soy. Y me gusta lo que puedo ser. Soy lo máximo".

La búsqueda del amor ha hecho de mi vida algo maravilloso. Pero, como habría sido mi existencia de no haber conocido a Laura?. Estaría aún balbuceando mi tema ante los estudiantes, ajeno a los vulnerables seres humanos que se ocultan detrás de las máscaras?. De haber aprendido a amar antes, quizás le hubiese dicho a Laura lo mucho que me había ayudado en mi primer día como maestro. ¡Cómo quisiera que Laura estuviera hoy aquí, conmigo!, la abrazaría fuerte y le diría: "Mucha gente me ha ayudado a saber que es el amor, pero tú me diste el primer impulso. ¡Gracias, te quiero!".

He ahí una de las cosas en que consiste el amor: Compartir nuestro gozo con la gente. Pero estoy convencido que en alguna forma misteriosa, el amor que le tengo a Laura ya ha viajado hasta ella.

Leo Buscaglia

Comentarios: cuanta gente se siente, no querida, que anda por la vida como fantasma por no encontrar su lugar en el mundo,por no sentirse apreciada, cada uno encerrado en su mundo con sus problemas, sobreviviendo como se pueda, un gesto , una actitud para con los demas cuanto bien haria, mostrar interes por los problemas de la otra persona,hacer sentir bien a las otras personas haciendo a un lado nuestro propio egoismo y soledad, en este mundo tan vacio, superficial, cuanto bien haria a los demas y a nosotros por ser util a los demas, hay tanta gente que se siente sola, que es peor que estar sola, viejitos abandonados por sus hijos, enfermos abandonados en el hospital, gente que se muere con ganas de vivir, y otros seres vivos deambulando por el mundo sin ganas de vivir, debemos encontrar nuestro dharma o próposito de vida, mientras tanto tengas atenciones para con los demas.