martes, 28 de agosto de 2007

El arte de la Felicidad, Crimen perfecto a los subtitulos en español

Tomado del libro El Arte de la Felicidad del Dalai Lama
El propósito de la vida

1 El derecho a la felicidad

«CREO QUE EL PROPÓSITO fundamental de nuestra vida es bus­car la felicidad. Tanto si se tienen creencias religiosas como si no, si se cree en tal o cual religión, todos buscamos algo mejor en la vida. Así pues, creo que el movimiento primordial de nuestra vida nos encamina en pos de la felicidad.»
Con estas palabras, pronunciadas ante numeroso público en Ari­zona, el Dalai Lama abordó el núcleo de su mensaje. Pero la afirma­ción de que el propósito de la vida es la felicidad me planteó una cuestión. Más tarde, cuando nos hallábamos a solas, le pregunté:
-¿Es usted feliz?
-Sí -me contestó y, tras una pausa, añadió-: .Sí..., definitiva­mente. Había sinceridad en su voz, de eso no cabía duda, una sinceridad que se reflejaba en su expresión y en sus ojos. -Pero ¿es la felicidad un objetivo razonable para la mayoría de nosotros? -pregunté-. ¿Es realmente posible alcanzarla? -Sí. Estoy convencido de que se puede alcanzar la felicidad me­diante el entrenamiento de la mente. Desde un nivel humano básico, he considerado la felicidad como un objetivo alcanzable, pero como psiquiatra me he sentido obligado por observaciones como la de Freud: «Uno se siente inclinado a pensar que la pretensión de que el hombre sea "feliz" no está incluida en el plan de la “Creación”. Este tipo de formación había lleva­do a muchos psiquiatras a la tremenda conclusión de que lo máximo que cabía esperar era la transformación de la desdicha histérica en la infelicidad común ». Desde ese punto de vista la afirmación de que existía un camino claramente definido que conducía a la felicidad parecía bastante radical. Al contemplar retrospectivamente mis años de formación psiquiátrica, apenas recordaba haber escuchado mencionar la palabra «felicidad», ni siquiera como objetivo terapéutico. Naturalmente, se habla mucho de aliviar los síntomas de depresión o ansiedad del paciente, de resolver los conflictos internos o los pro­blemas de relación, pero nunca con el objetivo expreso de alcanzar la felicidad. .
El concepto de felicidad siempre ha parecido estar mal definido en Occidente, siempre ha sido elusivo e inasible. «Feliz», en inglés, deri­va de la palabra Islandesa happ, que significa suerte o azar. Al parecer, este punto de vista sobre la naturaleza misteriosa de la felicidad está muy extendido., En los momentos de alegría que trae la vida, la felici­dad parece llovida del cielo. Para mi mente occidental, no se trataba de algo que se pueda desarrollar y mantener dedicándose simple­mente a «formar la mente».
Al plantear esta objeción, el Dalai Lama se apresuró a explicar: -Al decir «entrenamiento de la mente» en este contexto no me estoy refiriendo a la «mente» simplemente como una capacidad cog­nitiva o Intelecto. Utilizo el término más bien en el sentido de la pala­bra tibetana Sem, que tiene un significado mucho más amplio más cercano al de «psique» o «espíritu», y que Incluye intelecto y sentimiento, corazón y cerebro. Al imponer una cierta disciplina interna podemos experimentar una transformación de nuestra actitud de toda nuestra perspectiva y nuestro enfoque de la vida.
»Hablar de esta disciplina interna supone señalar muchos factores y quizá también tengamos que referirnos a muchos métodos. Pero, en términos generales, uno empieza por identificar aquellos factores que conducen a la felicidad y los que conducen al sufrimiento. Una vez hecho eso, es necesario eliminar gradualmente los factores que lle­van al sufrimiento mediante el cultivo de los que llevan a la felicidad. Ése es el camino.

El Dalai Lama afirma haber alcanzado un cierto grado de felicidad personal. Durante la semana que pasó en Arizona observé que la felicidad personal se manifiesta en él como una sencilla voluntad de abrirse a los demás, de crear un clima de afinidad y buena voluntad, incluso en los encuentros de breve duración.
Una mañana, después de pronunciar una conferencia, el Dalai Lama caminaba por un patio exterior, de regreso a su habitación del hotel, acompañado por su séquito habitual. Al ver a una de las cama­reras ante los ascensores, se detuvo y le preguntó:
-¿De dónde es usted?
Por un momento, la mujer pareció desconcertada ante ese extran­jero cubierto por una túnica marrón, y extrañada ante la deferencia que le demostraba su séquito.
-De México -contestó tímidamente con una sonrisa.
Él habló brevemente con ella y luego continuó su camino, dejan­do a la mujer con una expresión de entusiasmo y satisfacción en el rostro. A la mañana siguiente, a la misma hora, estaba en el mismo lugar, acompañada por otra camarera. Las dos saludaron cálidamen­te al Dalai Lama cuando entró en el ascensor. La interacción fue bre­ve, pero las dos mujeres parecieron sonrojarse de felicidad. En los días que siguieron, en el mismo lugar y a la misma hora, se veía allí a miembros del personal, hasta que, al final de la semana, había doce­nas de camareras, con sus almidonados uniformes grises y blancos, formando una fila que se extendía a lo largo del camino que condu­cía a los ascensores.
Nuestros días están contados. En este momento, muchos miles de seres nacen en el mundo, algunos destinados a vivir sólo unos pocos días o semanas, para luego sucumbir a la enfermedad o cualquier otra desgracia. Otros están destinados a vivir hasta un siglo, incluso más, y a experimentar todo lo que la vida nos puede ofrecer: triunfo, desesperación, alegría, odio y amor. Pero tanto si vivimos un día como un siglo, sigue en vigor la pregunta cardinal: ¿cuál es el propósito de nuestra vida?
«El propósito de nuestra existencia es buscar la felicidad.» Esta afirmación parece dictada por el sentido común, y muchos pensado­res occidentales han estado de acuerdo con ella, desde Aristóteles hasta William James. Pero ¿acaso una vida basada en la búsqueda de la felicidad personal no es, por naturaleza, egoísta e incluso poco juiciosa? No necesariamente. De hecho, muchas investigaciones han de­mostrado que son las personas desdichadas las que tienden a estar más centradas en sí mismas; son a menudo retraídas, melancólicas e inclu­so propensas a la enemistad. Las personas felices, por el contrario, son generalmente más sociables, flexibles y creativas, más capaces de to­lerar las frustraciones cotidianas y, lo que es más importante, son más cariñosas y compasivas que las personas desdichadas.
Los investigadores han realizado algunos experimentos interesan­tes que demuestran que las personas felices poseen una voluntad de acercamiento y ayuda con respecto a los demás. Han podido, por ejem­plo, inducir un estado de ánimo alegre en un individuo organizando una situación por la que éste encontraba dinero en una cabina telefó­nica. Uno de los experimentadores, totalmente desconocido para el sujeto, pasaba aliado de él y simulaba un pequeño accidente dejando caer los periódicos que llevaba. Los investigadores deseaban saber si el sujeto se detendría para ayudar al extraño. En otra situación, se ele­vaba el estado de ánimo de los sujetos mediante la audición de una comedia musical y luego se les acercaba alguien para pedirles dinero. Los investigadores descubrieron que las personas que se sentían feli­ces eran más amables, en contraste con un «grupo de control» de individuos a los que se les presentaba la misma oportunidad de ayudar pero cuyo estado de ánimo no había sido estimulado.Aunque esta clase de experimentos contradicen la noción de que la búsqueda y el alcance de la felicidad personal conducen al egoísmo y al ensimismamiento, todos podemos llevar a cabo un experimento de esta índole con resultados similares. Supongamos, por ejemplo, que nos encontramos en un atasco de tráfico. Después de veinte minutos de espera, los vehículos empiezan a moverse con lentitud. Vemos en­tonces a otro coche que nos hace señales para que le permitamos en­trar en nuestro carril y situarse delante de nosotros. Si nos sentimos de buen humor, lo más probable es que frenemos y le cedamos el paso. Pero si nos sentimos irritados, nuestra respuesta consiste en acelerar y ocupar rápidamente el hueco. « Yo llevo tanta prisa como los demás.» Empezamos, pues, con la premisa básica de que el propósito de nuestra vida consiste en buscar la felicidad. Es una visión de ella como un objetivo real, hacia cuya consecución podemos dar pasos positi­vos. Al empezar a identificar los factores que conducen a una vida más feliz, aprenderemos que la búsqueda de la felicidad produce be­neficios, no sólo para el individuo, sino también para la familia de éste y para el conjunto de la sociedad.

Superar los
obstáculos

11 Encontrar significado en el sufrimiento

VÍCTOR FRANKL, un psiquiatra judío detenido por los nazis duran­te la Segunda Guerra Mundial, dijo en cierta ocasión: «El hom­bre está dispuesto y preparado para soportar cualquier sufrimiento siempre y cuando pueda encontrarle un significado». Frankl utilizó su brutal e inhumana experiencia en los campos de concentración para tratar de comprender cómo pudieron sobrevivir algunos a tantas atro­cidades, y determinó que la supervivencia no se apoyaba en la juven­tud o en la fortaleza física, sino en la fortaleza derivada de hallar un significado a esa experiencia.
Descubrir el significado del sufrimiento constituye una poderosa ayuda para afrontar las situaciones, incluso las más difíciles. Pero no resulta tarea fácil encontrar significado en nuestro sufrimiento. A me­nudo, el sufrimiento parece fortuito, sin significado. Y, aunque nos encontramos en medio de nuestro dolor y sufrimiento, toda nuestra energía se centra en alejamos del mismo. Durante los períodos de cri­sis aguda parece imposible reflexionar sobre cualquier significado que pueda esconder nuestro sufrimiento. A menudo, lo único que pode­mos hacer es soportarlo. Y es natural considerarlo una injusticia y preguntarnos: «¿Por qué a mí?». Afortunadamente, sin embargo, en los momentos de alivio o en los períodos posteriores a experiencias de sufrimiento agudo, podemos reflexionar sobre él y buscar su signifi­cado. El tiempo y el esfuerzo dedicados a buscar significado al sufri­miento aportará muchos beneficios cuando ocurran las desgracias. Pero para ello tenemos que iniciar nuestra búsqueda cuando las cosas nos van bien. Un árbol con raíces fuertes puede resistir la tormenta más violenta, pero no puede desarrollar sus raíces cuando la tormen­ta aparece ya en el horizonte.
Así pues, ¿por dónde empezar nuestra búsqueda del significado del sufrimiento? Para muchas personas, esa búsqueda se inicia con su fe religiosa. Aunque las religiones difieren sobre el significado que dan al sufrimiento, todas ofrecen estrategias para responder a él, basadas en sus creencias fundamentales. Para el budismo y el hin­duismo, por ejemplo, es el resultado de nuestras acciones negativas y se le considera un catalizador para la búsqueda de la liberación es­piritual.
En la tradición judeocristiana, el universo fue creado por un Dios bueno y justo y aunque su plan sea misterioso e indescifrable a veces, nuestra fe y confianza en sus designios nos permiten tolerar más fá­cilmente nuestro sufrimiento, confiar, como dice el Talmud, en que «todo lo que hace Dios, lo hace para bien». La vida seguirá siendo sin duda dolorosa, pero como el dolor que experimenta la mujer al dar a luz, confiamos en que será superado por el bien que trae. El reto en estas confesiones religiosas estriba en que, con frecuencia, no se nos revela el bien último. No obstante, aquellos que tienen una fe firme se ven apoyados por la convicción de que en el sufrimiento se expresa un propósito divino, como aconseja un sabio hasídico: «Cuan­do un hombre sufre, no debería decir: "¡Esto es muy malo!", ya que nada de lo que Dios le impone al hombre es malo. Pero es correcto exclamar: "j Esto es amargo!", pues entre las medicinas hay algunas que están hechas con hierbas amargas». Así pues, desde una perspec­tiva judeocristiana, el sufrimiento puede servir para muchos propósi­tos: ponernos a prueba y fortalecer nuestra fe, acercarnos íntimamente a Dios debilitar los lazos con el mundo material e inducirnos a acudir a Dios como nuestro refugio.
Aunque la fe puede ofrecer una valiosa ayuda para encontrar sig­nificado, aquellos que no poseen creencias religiosas también pueden encontrado en su sufrimiento después de una cuidadosa reflexión. A pesar del universal rechazo del sufrimiento, caben pocas dudas de que fortalece y ahonda la comprensión de la vida. En cierta ocasión, el doctor Martin Luther King, Jr., dijo: «Aquello que no me destruye, me hace más fuerte». Y aunque es natural encogerse ante el sufrimiento, éste puede contribuir a sacar lo mejor de nosotros. En El tercer hom­bre, de Graham Greene, se lee: «Los treinta años bajo los Borgia tra­jeron a Italia guerras, terror, asesinatos, pero también a Miguel Ángel, a Leonardo da Vinci, el Renacimiento. Suiza, donde predominaba el amor fraternal, ¿qué ha producido durante quinientos años de demo­cracia y paz? El reloj de cuco».
Aunque el sufrimiento sirva a veces para endurecernos, para for­talecernos, en otras ocasiones llega a ser valioso por lo contrario, por ablandarnos haciéndonos más sensibles. La vulnerabilidad que experimentamos en nuestro sufrimiento suele producir una apertura y profundiza nuestra conexión con los demás. El poeta William Word­sworth exclamó: «Una profunda angustia ha humanizado mi alma». Al ilustrar este efecto humanizador del sufrimiento, se me ocurre pen­sar en Robert, un conocido mío. Era presidente ejecutivo de una gran empresa de mucho éxito. Varios años antes había sufrido un grave re­vés financiero que le provocó una profunda depresión. Nos conoci­mos cuando se encontraba sumido en lo más profundo de ella. Siem­pre había considerado a Robert un modelo de confianza en sí mismo y de entusiasmo, y me alarmé al vedo tan abatido. Con una intensa angustia en la voz, Robert me dijo:
-Esto es lo peor que he experimentado en toda mi vida. No pue­do sacármelo de encima. No sabía que fuera posible sentirse tan abru­mado, desesperanzado e impotente.
Después de conversar un rato sobre sus dificultades, le aconsejé que acudiera a un colega para tratar la depresión. Varias semanas más tarde me encontré con Karen, la esposa de Robert, y le pregunté cómo estaba su marido. -Ha mejorado mucho. El psiquiatra que le recomendaste le rece­tó una medicación antidepresiva que ha ayudado mucho. Claro que todavía tardaremos un tiempo en solucionar todos los problemas con el negocio pero ahora se siente mejor y creo que todo marchará bien...
-Me alegro.
Karen vaciló un momento antes de confiarme algo.
-¿Sabes? Me apenaba mucho verlo tan deprimido. Pero, en cier­to modo, creo que eso ha sido una bendición. Una noche, empezó a llorar desconsoladamente. Era incapaz de detenerse. Lo tuve entre mis brazos durante horas, mientras él lloraba, hasta que finalmente se quedó dormido. En veintitrés años de matrimonio fue la primera vez que sucedió algo semejante... si quieres que te sea honrada, nunca me había sentido tan cerca de él en toda mi vida de casada. Ahora, las co­sas son de algún modo diferentes. Como si algo se hubiera roto y abierto... y ese sentimiento de proximidad sigue estando ahí. El hecho de que compartiera su dolor, cambió nuestra relación, nos acercó.
El Dalai Lama ha hablado sobre la utilización del sufrimiento en el camino budista.
-En la práctica budista se puede utilizar el sufrimiento personal para intensificar la compasión, como una oportunidad para el Tong-­len. Se trata de una práctica Mahayana en la que se asume mental­mente el dolor y el sufrimiento de otro, ofreciéndole todos tus recur­sos, buena salud, fortuna, etcétera. Más adelante daré instrucciones detalladas sobre esta práctica, fundada en este pensamiento: «Que mi sufrimiento sea un sustituto del sufrimiento de otros seres. Que este su­frimiento pueda salvar a todos los seres que experimentan un dolor si­milar». De ese modo, se utiliza el sufrimiento como una oportunidad para asumir el sufrimiento de los otros.
»Aquí debería señalar una cosa. Si, por ejemplo, caigo enfermo y empleo esta técnica, pensando: "Que mi enfermedad libere a otros de una enfermedad similar", y me visualizo aceptando el sufrimiento aje­no y transmitiendo buena salud, no pretendo decir con ello que haya de olvidarme de mi propia salud. Al pensar en la enfermedad, lo primero que hay que hacer es tomar medidas para no sufrir a causa de ella. Luego, si a pesar de todo) se cae enfermo, es importante no pasar por alto la necesidad de tomar los medicamentos apropiados.
»No obstante, una vez que se ha enfermado, prácticas como la del Tong-len suponen una diferencia significativa en la actitud con que se afronta la situación. En lugar de lamentarse, de sentir pena por uno mismo y de verse abrumado por la ansiedad y la preocupación, pue­de uno salvarse del sufrimiento mental adicional al adoptar la actitud correcta. Practicar la meditación Tong-len, o «dar y recibir», quizá no consiga aliviar el dolor físico o conducir a una cura en términos físicos, pero nos protege de un dolor psicológico innecesario. Se pue­de pensar: "Que al experimentar este sufrimiento pueda salvar a otros que pasen por la misma experiencia"; entonces el propio sufri­miento adquiere un nuevo significado, al ser utilizado como el fun­damento de una práctica religiosa o espiritual. Además es posible lle­gar a ver la situación como un privilegio, como una oportunidad de enriquecimiento.
-Ha dicho que el sufrimiento puede utilizarse en la práctica del Tong-len. Antes ha señalado que la contemplación de la naturaleza del sufrimiento puede ser muy útil para no abrumamos cuando lo padezcamos, en el sentido de desarrollar una mayor aceptación del sufrimiento como inherente a la vida...
-Ciertamente.
-¿Hay otras formas de ver nuestro sufrimiento como algo signi­ficativo, o al menos con un valor práctico?
-Sí, desde luego -contestó-. Creo que antes subrayé que en el camino budista reflexionar sobre el sufrimiento tiene una tremenda importancia porque al aprehender su naturaleza desarrollamos una mayor resolución de eliminar tanto las causas que lo producen como los actos insanos que conducen al mismo. Eso aumentará a su vez el entusiasmo por las acciones sanas que conducen a la felicidad y la alegría,
-¿ y ve algún beneficio en que los no budista s reflexionen sobre el sufrimiento?
-Sí, creo que puede tener valor práctico en algunas situaciones. Por ejemplo, reflexionar sobre el sufrimiento contribuye a reducir la arrogancia. Claro que eso quizá no se perciba como un beneficio -señaló echándose a reír- por alguien que no considere la arrogan­cia o el orgullo como un defecto.
Tras un momento de silencio, el Dalai Lama añadió:
-En cualquier caso, creo que hay un aspecto de nuestra experiencia del sufrimiento que es de vital importancia: nos ayuda a desarrollar empatía, lo que nos permite acercamos a los sentimientos y el sufri­miento de los demás, aumenta nuestra capacidad para la compasión, y nos ayuda por tanto a conectar con los demás. En ese sentido, se puede considerar que tiene un valor. Así pues -concluyó-, es pro­bable que cambiemos de actitud y nuestro sufrimiento ya no nos pa­rezca tan terrible.

Comentarios personales:
Ayer recibi mi primera felicitación por mi blog , en particular por El Secreto, La ley de la Atracción, muchas gracias Carolus, fue una grata sorpresa encontrar tu mensaje en mi correo. Ya empece a leer el extracto que me mandaste El Gran Juego, de lo que ya leí es muy interesante. Hoy es Dia del Anciano, mi madre tiene 81 años, nadie se lo cree, piensan que tiene como 70 años, es un ejemplo de ganas de vivir, con bastante buena salud tanto física como mental, a su edad se desplaza sola a los centros comerciales, al mercado, cocina, lava y plancha, lee los periodicos de pe a pa, así que le compre una preciosa rosa de un color rosa tenue, es realmente linda, para homenajearla en este día, Felicidades a todos los de la tercera edad!

Por ùltimo les recomiendo otra película Crimen Perfecto con Antony Hopkins. En México las películas como la Ley y el Orden, La ley y el Orden Unidad de Victimas Especiales, que salieron a partir de este mes no traen subtítulos al español, que horror, solo hay para escoger idioma ingles o hablada en español, yo siempre he preferido oir el idioma original de las series, las de importación o las copias piratas de las de importación si los traen, como puede ser que las de importación traigan subtítulos en español y las nacionales no?, prefiero entonces las de importación si mi economía lo permite sino una copia pirata, como ven amigos? En lo personal me parece un retroceso. Buen día!