Qué me toca hacer?
Por Gaby Vargas publicado en el Diario de Yucatán 11-11-2007.
Pablito, de dos años de edad, arde en calentura. Los coches no avanzan ni un milímetro el domingo, en la carretera México-Toluca saturada de vacacionistas que, después del puente, intentamos regresar a ciudad de México.¡Qué impotencia! No traemos medicinas, no hay manera de llevarlo a doctor alguno y el bebé, lánguido, ya no tiene fuerzas ni para quejarse.Mientras los papás y los abuelos vivimos con angustia esos momentos, siento en carne propia una probada mínima, ínfima, de los dramas que deben estar sufriendo los habitantes de los estados de Tabasco y Chiapas. Vienen a mi mente las mujeres que, quizá, en estos días dan a luz sobre el techo de sus casas. El desconsuelo que se debe sentir al tener un padre anciano, una hermana, un hijo enfermos sin esperanza alguna de ser tratados. Mi angustia, de inmediato, se dimensiona. Una tragedia de esta magnitud nos ayuda a darle importancia sólo a las cosas relevantes y a disfrutar más de la vida. Es increíble lo olvidadizos que los humanos podemos ser para apreciar lo cotidiano, cuando no sufrimos en carne propia el despojo y el sentimiento de orfandad.Al apagar los noticiarios nocturnos, cómo valoro meterme en una cama seca y caliente, cómo aprecio el fluir del agua en la regadera con sólo manipular la llave a voluntad… Pero, sobre todo, cómo me conforta pensar que Pablito, mientras yo escribo esto, ya está en plena recuperación. Entonces, un sentimiento de gratitud me invade ante las bendiciones recibidas.¿Qué diría Víctor Frankl, el padre de la Logoterapia, esta disciplina que nos enseña a darle sentido a la vida y en especial al dolor, sobre la tragedia de Tabasco y Chiapas? ¿Habrá palabras de consuelo cuando lo has perdido todo? Según Frankl, el dolor contiene las semillas del crecimiento, porque nos obliga a sacar lo mejor de nosotros mismos: el amor a los demás, la compasión al comprender el dolor ajeno, y la generosidad. Y la generosidad es lo primero que, en estos casos, aflora en todos los mexicanos, porque podemos carecer de muchas cualidades, menos de ésta. Frank, al respecto, tiene una frase contundente: “Yo no actúo ante algo por ser lo que soy, sino que llego a ser lo que soy por como actúo ante las cosas”.Sólo cuando hemos sentido lo que es un dolor de muela, podemos entender lo que siente el otro cuando está afectado por lo mismo, así como, al perder a un ser querido, alcanzamos a comprender a quien también lo pierde. Cuando no lo hemos padecido, es más fácil que el egoísmo aflore o que las pequeñeces frustren nuestro panorama. El dolor es parte de la vida, y la única manera de no sufrir es no vivir; sin embargo, somos más fuertes de lo que creemos y podemos resistir más de lo que jamás imaginamos. Frankl afirma que “no es la carga la que nos vence, sino el modo en que la llevamos”. Nadie desea sufrir pero, cuando estamos ante una circunstancia que no podemos cambiar, entonces somos nosotros los que tenemos que cambiar. Esto es lo que nos hace crecer. El dolor, según Frankl, puede ser de tres maneras: físico (enfermedades), psíquico (sufrimiento), y social (soledad). En este momento, la gente de Chiapas y Tabasco vive los tres tipos de dolor. ¿De qué nos podemos quejar nosotros? El dolor existe para ser vivido, y sólo encontrándole sentido lo podemos trascender, porque este sentimiento, cuando es estéril, carece de todo sentido.Si no somos capaces de explicar algún dolor que nos pellizca el alma, como las muertes absurdas que por actos de corrupción se pudieron evitar en estos estados, si no tenemos los medios para impedir la tragedia, lo que podemos hacer es ir más allá de la simple pregunta “¿Por qué pasó?”. Aunque no quisiera estar en los zapatos de los gobernadores responsables, lo que sí podemos hacer es plantearnos el interrogante: “Ahora, ¿qué haré yo ante esto?” Y, a manera de Víctor Frankl, “No le preguntes a la vida: respóndele”. Deposita tu donativo en la cuenta de Banorte 055639128-1 sucursal 0681 a nombre de: Asociación Gilberto, A.C.
domingo, 11 de noviembre de 2007
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