Nota del Domingo 9 de septiembre de 2007 Diario de Yucatán.
Relaciones desechables
Por Gaby Vargas
Te uso, te dejo.
Éste es un modelo cada vez más común: la relación desechable. La conexión es ligera, sin compromiso, sin ataduras, con sexo casual y divertida. ¡¿Qué mejor?! Sin embargo, en este “el mejor de los mundos” aparece una sensación de “algo falta”. Ese algo es intimidad, esa que va más allá de lo meramente físico.Sin ella, la relación es absurda, porque se da entre cuatro personas, no entre dos: las dos falsas, que se tratan, y las dos reales, que permanecen guarecidas. Los humanos tenemos cinco partes importantes en nuestra vida, hechas para trabajar en armonía: la física, la emocional, la mental, la social y la espiritual. Y claro, en el “fast track” es más fácil encontrar una supuesta intimidad en lo físico que en las otras cuatro áreas.Sin embargo, pronto descubres que ese tipo de intimidad es temporal, porque el deseo de profundizar no se sacia; es por ello que, a veces, saltamos de relación en relación. Intimidad significa compartir mi, nuestro ser en su totalidad. Es esa conexión profunda con el otro; una unicidad, sin máscaras, sin miedos.Desnudar el alma y tocar los linderos de lo espiritual.¿Que es riesgoso? ¡Claro que lo es! Es como entrar a la jungla. No hay garantía alguna. Entre tú y yo se percibe una especie de peligro, y no sabes si la relación lo aguantará. Es por eso que interactuamos de lejitos, vivimos protegidos con veinte escudos.Es más cómodo. Si te acercas demasiado, amenazas mi esencia y yo la tuya. Nuestras máscaras se relacionan… Decimos lo que hay que decir, hacemos lo que hay que hacer, y la relación se convierte en una especie de vaga conveniencia. Marshall Hodge, en su libro Fear of love (Miedo de amar), dice: “Anhelamos momentos de expresiones de amor, de cercanía, ternura, pero a menudo, en el momento crítico, nos retractamos. Tememos la cercanía. Tememos amar”. Más adelante, Hodges escribe, “entre más te acercas a alguien, mayor el potencial a sentir dolor”. Ésta es la verdadera razón por la que rechazamos la intimidad. Sin embargo, vale la pena asumir el riesgo. Lo peor que puede pasar es que la relación termine, pero es mejor que sea auténtica y separados, que juntos y “de mentiras”. ¿Quién puede decir que no ha salido lastimada de una relación? Creo que muy pocas personas. La pregunta es ¿qué hacemos con ese dolor? Para camuflajearlo, optamos por ese doble juego: Quiero amar y ser amado/a... pero espérame tantito, ya me han lastimado antes. Así que saco mis escudos. ¿El resultado? Una gran soledad. El erotismo, que no la sexualidad, es sin duda una puerta maravillosa que nos conduce a la intimidad. Sin embargo, en esta última, las expectativas románticas y la magia que esperamos son muy altas. Queremos que todo sea perfecto, que el sentido profundo del placer en unión se pierde. El doctor Henry Brandt, en el Collegiate Challenge Magazine, dice que hay un síndrome, un patrón de conducta en las parejas que lo consultan: “Al principio, el sexo era emocionante. Luego empecé a sentirme incómoda, y después me enfadaba mi pareja. Peleamos, discutimos y finalmente terminamos. Ahora somos enemigos”. Ese síndrome se da por la unión de dos personas centradas en sí mismas, que buscan su propia satisfacción. Los elementos de unión e intimidad no pueden darse de inmediato, sin riesgo, sin paciencia y sin esfuerzo.Por lo que una persona que tiene una relación desechable vive fuera de balance y añorando una armonía. Arriesga todo. Da el paso a pesar del peligro. Si te equivocas, de todas maneras sales más fortalecida. Lo único que está en tus manos es tu vida, hazla lo más rica posible.
Nota del Domingo 12 de agosto de 2007 Diario de Yucatán
La neblina que oscurece el camino
Por Gaby Vargas
¿Has manejado alguna vez con neblina en una carretera? ¡No ves nada! Pierdes toda la perspectiva del camino, pegas el cuerpo al volante y entrecierras los ojos, para así poder ver qué hay de inmediato frente a la defensa del coche. ¿No es cierto? Lo mismo pasa en nuestra vida diaria. Si eres de las personas que intentan guardar un equilibrio entre tu vida y el trabajo te habrás dado cuenta que no es asunto fácil. Como la neblina, hay mil cosas que provocan ver sólo lo inmediato y que perdamos la perspectiva de la carretera. Abundan ejemplos de esto: Tu familia te hace sentir que nunca estás con ellos y, cuando por fin lo haces, estás prendido/a al celular o conectado a la computadora. Tu hijo te pide que vayas a su partido de fut el mismo día del torneo de golf que la empresa organiza para atender a los clientes. Y claro, también tienes tres proyectos urgentes que entregar, justo ahora que se atraviesa la fecha de tu aniversario, y le habías prometido a tu pareja que se darían unos días para salir. Lo irónico es que si te preguntan “¿Qué es lo más importante para ti en la vida?” todos lo sabemos. No hace falta ningún discurso para descubrir nuestras prioridades. Las tenemos escritas en el alma y en el corazón.Lo que necesitamos es acordarnos de vivirlas. “Hoy voy a darle tiempo de calidad a mi pareja”. Tu instinto, tu conciencia, están de acuerdo en que es una prioridad. Peeeero ¡llega la neblina! El celular empieza a sonar. El jefe te quiere en su oficina en veinte minutos. Tu hija te jala para que le expliques la tarea. Al mismo tiempo, a tu Blackberry entran mil correos con signo de urgentes y, como suele suceder, no importa en qué tarea estemos: si escuchamos el sonidito que nos avisa que entró un mail la mayoría de nosotros no tenemos la disciplina de seguir en lo que estábamos. Tenemos que ver de quién es y satisfacer la curiosidad. “Qué tal si es algo importante”, nos justificamos.El caso es que una distracción en el camino te lleva a una serie de distracciones más, que te van alejando de tu meta original.Y las distracciones, por lo general, son ¡cosas buenas! Todos queremos trabajar para progresar. Queremos ser los mejores papás. Queremos ayudar a la sociedad. Queremos entrenar para el maratón. Queremos pertenecer al grupo de… Queremos estar al día con nuestra lectura. Sí, esto muestra por qué tratar de mantener un balance en la vida es una historia sin fin.Siempre hay cosas buenas que se meten en el camino de otras mejores. Si no hacemos una lista mental de lo que en realidad son nuestras prioridades los distractores nublan la visibilidad de lo vital. Tenemos que enfocarnos. Todos, o al menos la mayoría, nos decimos: “Mi familia es lo más importante; quiero darles lo mejor”. ¿Qué es lo mejor si no tenemos tiempo para estar con ellos? La mayoría de nosotros constantemente lucha por establecer y sostener nuestras prioridades. A manera de recordatorio, te invito a preguntarte lo siguiente:
1.— ¿Te pierdes casi todos los eventos familiares y personales por cuestiones de trabajo?
2.— ¿Te sientes cada vez menos conectado con personas importantes para ti?
3. ¿Con frecuencia te sientas en silencio a revisar tu vida? A diferencia de la neblina que no logramos controlar en la carretera, sí podemos evitar los distractores de nuestras metas a largo plazo. Para intentar un balance entre trabajo y vida personal, recordemos nuestras prioridades; vivámoslas y sigamos la filosofía de los doce pasos de AA.
viernes, 28 de septiembre de 2007
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