sábado, 31 de octubre de 2009

AYUDAR A OTROS PUEDE SALVARNOS, QUIZAS NUESTRA UNICA OPCION

LA DESEADA LIBERTAD
Compartí mis alas y me las cortaron; eleve un grito de esperanza y me enmudecieron. Traté de cambiar y me ignoraron, quise ser diferente y me juzgaron. Ahora mi voz se alza al viento, libre de suspiros y lamentos. Ahora solo quiero paz y tranquilidad. Despertar cuando todos duerman para poder vivir, y dormir cuando todos despierten para descansar.

EL ENEMIGO
El premiado film "Pelotón" (Platton) mostró el cómo se envolvió Estados Unidos en la guerra del Vietnam. En la escena final, uno de los soldados americanos, sobreviviente de la guerra, estaba reflexionando de sus experiencias en el Vietnam. Él dijo: "yo ahora creo, al mirar para atrás, que nuestra lucha no fue contra del enemigo, pero sí en contra de nosotros mismos. El verdadero enemigo estaba dentro de nosotros".
Nuestras mayores experiencias en los días de hoy son idénticas a la constatada por el soldado en aquel film. Hemos luchado contra nuestras propias inquietudes, dudas, incertidumbres, cobardías, crisis existenciales, etc. Nunca estamos satisfechos con nada, murmuramos por cosas insignificantes, bregamos por tonterías, perdemos la paz sin necesidad, impedimos a nosotros mismos de vivir y de encontrar la felicidad.
Queremos resolver todos nuestros problemas. Rechazamos las manos extendidas. Nos cerramos en capullos egoístas cual si el mundo, sus desafíos y batallas, y todo lo demás, dependiese exclusivamente de nuestra fuerza y capacidad. No percibimos que estamos perdiendo la lucha contra un enemigo llamado "yo mismo".
Nuestra vanidad nos lleva a mirar apenas para dentro, cuando deberíamos mirar alrededor o, mejor aún, mirar para arriba... Cuando dejamos la vanidad de lado y buscamos esa ayuda, el enemigo interior se fuga sin mirar para atrás. Vencemos la batalla y alcanzamos la tan soñada paz y dicha.
Si nuestro corazón está limpio, al mirar para nuestro interior, no encontraremos un enemigo con quien luchar, pero sí un río que acarreará a nuestra vida por lugares de regocijo y felicidad.
RECONOCIMIENTO
Todos queremos reconocimiento a nuestra exclusividad. Sin embargo, nuestro valor propio no debe depender del lugar que ocupemos en la sociedad, de la opinión de otros hacia nosotros o de nuestras propias comparaciones con los demás. Nuestra autoestima debe cimentarse en el hecho de que Dios nos creó con extremo cuidado y nos ha llamado Su buena creación.