miércoles, 12 de diciembre de 2007

No sea viejo, no pierda la esperanza

NO ES VIEJO

No es viejo aquel que pierde su cabello o su última muela, sino su última esperanza. No es viejo, el que lleva en su corazón el amor siempre ardiente. No es viejo el que mantiene su fe en sí mismo, el que vive sanamente alegre, convencido de que para el corazón puro no hay edad. El cuerpo envejece, pero no la actividad creadora del espíritu.
Para el profano la ancianidad es invierno; para el sabio es la estación de la cosecha. El crepúsculo de la vida trae consigo su propia lámpara. Hay una primavera que no vuelve jamás y otra que es eterna; la primera es la juventud del cuerpo, la segunda es la juventud del alma.
Cuando una noble vida ha preparado la vejez, no es la decadencia lo que ésta recuerda: son los primeros destellos de la inmortalidad. Es estupendo ver un viejo que asume la segunda parte de su vida con tanto coraje e ilusión como la primera. Para ello tendrá que empezar por aceptar que el sol del atardecer es tan importante como el del amanecer y el mediodía, aunque su calor sea muy distinto.
El sol no se avergüenza de ponerse, no siente nostalgia de su brillo matutino, no piensa que las horas del día lo están echando del cielo. No se experimenta menos luminoso ni hermoso por comprobar que el ocaso se aproxima, no cree que su resolana sobre los edificios sea menos importante o necesaria Cada hora tiene su gozo. El sol lo sabe y cumple hora a hora su tarea. ¡Ah... si todos los ancianos entendieran que su sonrisa sobre los hombres puede ser tan hermosa y fecunda como ese último rayo de sol antes de ponerse!

Autor Desconocido

TEMÍA
Temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mí mismo. Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso si no lo intento. Temía lo que la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta de que de todos modos opinarían de mí. Temía me rechazaran, hasta que entendí que debía tener fe en mí mismo. Temía al dolor, hasta que aprendí que éste es necesario para crecer.
Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras. Temía a la muerte, hasta que aprendí que no es el final, sino más bien un comienzo. Temía el odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia. Temía al ridículo hasta que aprendí a reírme de mí mismo. Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día día. Temía al pasado, hasta que comprendí que no podía herirme más. Temía a la oscuridad hasta que vi la belleza de la luz de una estrella. Temía al cambio, hasta que vi que aún la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar.
Hagamos que nuestras vidas cada día tengan mas sentido y si nos sentimos desfallecer no olvidemos que al final siempre hay algo más... descubrámoslo!!