martes, 22 de enero de 2008

La Semilla del Amor, el amor nos enseña a respetar

LA BÚSQUEDA DEL AMOR

Al comienzo de nuestra vida sentimos la necesidad del otro. Si de chicos permaneciéramos solos, no sobreviviríamos mucho tiempo. Al iniciar nuestra etapa de relaciones afectivas, diferentes a las familiares, podríamos decir que es ése el despertar de nuestra búsqueda del amor. Para buscar el amor, primero hay que amarse sin medida, sin reservarse nada, porque sólo quien se ama sin medida, es capaz de donarse por completo. El amor es como una semilla, la semilla más hermosa y fecunda de la vida, aunque algunas veces se riegue con lágrimas; siempre podremos esperar los frutos con fe aunque broten con dolor, con alegría aunque vengan bañados en lágrimas, con certeza aunque haya que creer en los milagros. La semilla del amor brota sin importarle el mundo, es libre de los designios egoístas, la semilla del amor crece por el entendimiento mutuo y no por la fuerza que se impone. La semilla del amor brota por sí misma. La ilusión más grande es hallar el amor, el momento más feliz es encontrarlo, el instante culminante es afianzarlo, y el más sublime es la perseverancia para verlo crecer y saberlo vivir en la cotidianidad del día a día con la paciencia del más sabio jardinero. El ideal del amor es la felicidad, pero si se idealiza perfecto se torna inalcanzable, y si se le concibe tan corriente se torna banal y hasta se prostituye. Amar es descubrir que dentro llevamos una fuente capaz de rebosar la vida de alegrías, de entusiasmo y de fe. Es encontrar la clave de la honestidad y la confianza, es abrir de par en par las puertas del corazón, formando puentes que unen en el diálogo sincero, capaz de comprender la elocuencia del silencio.El amor no se despilfarra ni se mezquina, el amor no se impone a la fuerza, no se reclama, ni se exige. El amor se merece poco a poco, se gana lentamente, se reinventa muchas veces y se hace crecer con los detalles. El amor revela en nosotros el filósofo que llevamos dentro, que nos lleva a comprender antes que juzgar, a perdonar antes que condenar, a ceder antes que presionar, a dialogar antes que discutir, a buscar soluciones antes que provocar problemas, a crecer antes que estancarnos. El amor nos enseña a respetar. Sin el respeto, el amor comienza a agonizar, luego la indiferencia le remata. El amor es un bálsamo que cura todas las cicatrices de la vida, es la panacea que alivia todos los dolores y sana todos los males. El amor es como las olas del mar, encierra la fuerza salvaje de las tempestades, y la capacidad de acomodarse y plegarse ante la más suave de las brisas. El amor no es estático sino que se dinamiza al compás de la comprensión y el entendimiento mutuo. El amor es el eslabón primordial en el tejido de la vida. Sin él, somos vacíos y con él somos distintos sin dejar de ser los mismos.

Luis Arnulfo Cáceres Gómez